La campaña interna de los partidos tiene un componente que mueve a justi ficada preocupación.
La violencia ha estado salpicando estos procesos que deben dar lugar a la selección de candidatos.
Las elecciones congresionales y municipales del año próximo han atraido a miles de aspirantes.
La competencia a lo interno de los partidos es por nominaciones a cargos legislativos y municipales.
Luego, esta puja se trasladará al ámbito general y los candidatos de los diversos partidos seguirán sus disputas.
Todo esto forma parte del ejercicio democrático, que se soporta en la interacción de los partidos políticos.
Pero hay un sesgo de violencia que, desde luego, no puede estar inscrito en este ejercicio democrático.
Las elecciones son, precisamente, el sustituto más idóneo de los enfrentamientos físicos que caracterizaban la lucha política.
-II-
Las vías de hecho durante las competencias internas han dejado saldos luctuosos en varios puntos del país.
El 16 de agosto pasado, en Piedra Blanca, Bonao, perdieron la vida cuatro activistas políticos y al menos doce resultaron heridos.
Es difícil asimilar que a una asamblea para elegir el bufete directivo de un ayuntamiento acuda gente armada y dispuesta a pelear.
La predisposición a la violencia quedó en evidencia por la conservación de las armas en una asamblea.
El suceso violento más reciente dejó dos personas muertas en el municipio de El Cercado.
La disputa entre bandos políticos de un mismo partido surgió de la búsqueda de una candidatura congresional.
Nuevamente las balas suplantaron el debate, las propuestas y la capacidad de convocatoria de los contendores.
Y llama la atención el hecho de que en este último caso se trató de militantes de un mismo partido.
-III-
Proyectada hacia el porvenir inmediato, esta inclinación por la violencia puede ser un elemento perturbador.
Si gente de un mismo partido se ha estado agrediendo, no sería ocioso temer agresiones entre adversarios de distintos partidos.
En nuestro país ha sido una constante que «los muertos de campaña no se pagan», y los hechos lo confirman.
Las víctimas de agresiones durante esos períodos tumultuosos pasan desapercibidas para la Justicia.
Hace falta que los líderes de los distintos partidos se pronuncien contra la violencia en auge.
Más que declaraciones condenando los hechos, queremos posiciones que prevengan estas ocurrencias.
Es preciso que en cada partido se «baje línea» para que el debate por las nominaciones sea civilizado y realmente político.
Y que, de la misma forma, la campaña general de las elecciones del 2006 se base en el respeto mutuo entre todos.