Se están acumulando crisis que obligan un ejercicio gubernamental extremadamente sabio y prudente para poder encararlas satisfactoriamente, traducible en prepararse para enfrentar la presentación de contingencias desfavorables.
Una nueva crisis se perfila en EEUU, la nación más poderosa del mundo, donde se encuentran las sedes de importantes centros mundiales, privados y públicos, de comercio e inversión. Y constituye nuestro principal socio económico.
Originada en recientes conflictos electorales, pudiera devenir en crisis política con obvias repercusiones alteradoras del predominio geopolítico mundial, incidentes en la dirección de flujos económicos y financieros.
Aún si llegare a superarse el conflicto electoral pudiera debilitar la moral -por el mal ejemplo dado de una nación tenida como ejemplo democrático-para mantener que la correlación de fuerzas mundiales no sufra mutaciones que nos afecten.
Peor aún si no llegare a superarse, puesto que esa crisis geopolítica se acumulará a la sanitaria y económica causada por el mal manejo de la pandemia.
Estas a su vez se acumularon sobre otra crisis preexistente: social, demográfica, migratoria y ambiental. Y sobre tambores de guerra por el control de territorios estratégicamente ubicados o dotados de cuantiosos recursos naturales.
Acumulaciones de crisis que pudiera traducirse en una especie de economía de guerra mundial que las presentes generaciones no han sufrido. Ni percatado de privaciones y constreñimientos que conllevan.
De allí que el ejercicio responsable del poder, sabio y prudente, aconseja prepararse extremadamente para la contingencia que éstas crisis acumuladas nos acarreen restricciones económicas y financieras que nos impidan acceder a recursos internacionales para encarar nuestras urgencias.
Bienaventurados seríamos si esto no sucediera y la disponibilidad de recursos siguiera coadyuvando encarar nuestras urgencias. Pero ¡Ay de Nosotros, si estas acumulaciones de crisis que se otean tradujeran restricciones a flujos económicos y financieros internacionales que alimentan nuestra economía!
La preparación para esa contingencia posible, incluso la peor visualizable, no es otra que cifrar la factibilidad de nuestros esfuerzos de desarrollo en el ahorro interno y generación de reservas presupuestarias, contando lo menos posible con aportes externos.
Para ello no hay otra vía que procurar la disciplina fiscal frecuentemente postulada para otros fines, consistente en reducir para reorientar el gasto público; mejorar su calidad, eficiencia y efectividad, para lograr mejores resultados gastando menos.
Y aumentar las recaudaciones, simplificando el sistema tributario, reduciendo impuestos y tasas.
Asemejamos este accionaral comportamiento sugerido por el físico francés Blaise Pascal en su apuesta sobre conductas humanas anteexistencia o no de Dios: Nada se pierde y mucho se gana disciplinando finanzas publicas hasta generar ahorro interno.
Pero mucho se perdería y poco se ganaría si seguimos dependiendo del financiamiento externo.