RAMON NUÑEZ RAMIREZ
El sismo de intensidad 9.0 de intensidad Ritcher con epicentro localizado al norte de la Isla de Sumatra en Indonesia y el posterior maremoto que se extendió hacia el este en el océano índico, provocando más de 170 mil muertes en siete países, nos ofreció una clara advertencia de la importancia de crear una conciencia sísmica y procedimientos para aminorar el impacto de la catástrofe y el sufrimiento en los damnificados.
«El epicentro del sismo, de intensidad 8.0 en la escala de Richter, fue localizado a cien millas náuticas al sur de Punta Caucedo en el municipio de Santo Domingo Este. A los pocos minutos del movimiento telúrico se produjo un tsunami con olas de diez metros que penetraron por la costa sur e inundaron una serie de barrios entre los Tres Ojos y La Caleta. Decenas de hoteles entre Juan Dolio y Bávaro fueron destruidos. En el Distrito Nacional se registró el colapso de dos torres ubicadas en la Avenida Anacaona, una en la Sarasota y dos en la Pedro Henríquez Ureña, los bomberos tratan de rescatar posibles sobrevivientes bajo los escombros. Se reporta también el desplome de centenares de viviendas en las urbanizaciones de Hainamosa, Invivienda y en los barrios periféricos a la margen occidental del río Ozama. Hasta el momento, la Defensa Civil ha reportado 4,500 muertes, incluyendo 360 turistas, mientras se dan por desaparecidos por lo menos nueve mil personas….»
El párrafo precedente, imaginario pero probable, intenta dar una pincelada del impacto de un sismo catastrófico, similar a los que han afectado nuestra isla en períodos pasados, con la diferencia que no existía la elevada densidad poblacional, la concentración en lugares inadecuados y el elevado número de viviendas y edificios carentes de los requisitos para enfrentar las fuerzas horizontales generadas por un terremoto.
Nuestra isla descansa en una placa perfectamente delimitada por una serie de fallas y fosas que nos separan de las placas de Norteamérica y Suramérica, así como las de coco y nazca en el oeste y al este por la zona de subducción de las Antillas Menores. También las rocas de la Hispaniola presentan fallas y fracturas destacándose algunas que han sido cartografiados como la falla de la Hispaniola, la de Hatillo, San Juan, Bonao, Neyba, Enriquillo, así como una extensa falla a lo largo de la cordillera septentrional y la Península de Samaná. Por supuesto estas fallas activas representan elementos potenciales para la ocurrencia de los movimientos sísmicos registrados desde el surgimiento de la colonia.
El 2 de diciembre de 1562 un terremoto destruyó las ciudades de Santiago y La Vega, la ciudad de Santo Domingo fue parcialmente destruida en los sismos del 9 de mayo de 1673 y el 9 de noviembre de 1701, Azua fue devastada el 18 de octubre de 1751 y el 18 de octubre de 1751 la ciudad de Azua y la capital de Haití fueron barridas por un terremoto. En 1842 la costa norte fue afectada por otro evento que provocó un Tsunami que arrasó varias ciudades Haitianas del litoral norte. El más reciente ocurrió el 4 de agosto de 1946 con más de un centenar de replicas a lo largo de un año, tuvo su epicentro en la costa norte, generándose un maremoto que barrió los poblados de Matanzas y Arroyo Salado, provocando más de 500 muertes. Un acucioso investigador local del tema, el ingeniero Rafael Corominas Pepín, ha detectado la ocurrencia de terremotos devastadores en lapsos que oscilan entre los 30 y los 70 años. A 59 años del último evento de importancia, estadísticamente cada día que transcurre aumentan las probabilidades de un sismo de consecuencias catastróficas.
¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de un fenómeno de la naturaleza que hasta ahora la ciencia no puede predecir?
La educación es fundamental para saber afrontar el fenómeno en el momento, así como los efectos inmediatos y si bien la Defensa Civil ha desarrollado simulacros de evacuación en hospitales y edificios públicos, necesitamos crear una conciencia sísmica en los niños y preparar a los jóvenes y adultos a convertirse en auxiliares para -médicos para atender los millares de heridos luego de un terremoto de alta intensidad.
Es necesario dotar a la Defensa Civil y a los Cuerpos de Bomberos de los equipos, así como enviar al exterior a técnicos dominicanos para especializarlos en operaciones de rescate.
Es fundamental enfrentar la proliferación de construcciones ilegales convirtiendo al Colegio de Ingenieros, la Secretaría de Obras Públicas y a los Municipios en aliados para evitar la construcción de viviendas y edificios sin planos aprobados y sin la dirección de un profesional responsable que plasme en la realidad los diseños anti-sísmicos.
Hay que obtener recursos en organismos multilaterales para emprender las investigaciones en las edificaciones públicas construidas antes de las normas sísmicas para proceder a su reestructuración, si es factible económicamente, o simplemente demolerlas para evitar que se conviertan en tumbas de los usuarios.