Presencia del ex presidente Lagos

Presencia del ex presidente Lagos

EMIGDIO VALENZUELA MOQUETE
Grata, refrescante y aleccionadora resultó la visita que recientemente cursara a la República Dominicana el ex presidente chileno Ricardo Lagos. Durante su breve estadía en nuestro país dio cátedra de extrema sencillez y humildad. De rostro expresivo y sincero, con un discurso y un diálogo totalmente carente de afectación.

Mi particular admiración hacia este sesudo político y líder más allá de Latinoamérica, viene del resultado de su irrepetible gestión gubernamental en el seiscenio 2000-2006, durante el cual le correspondió dirigir los destinos de su nación.

A mi entender el beneficio que nos deja a su paso por el país, y que sintetiza el éxito de su vida pública, reside tal como él mismo lo afirmara, que en procura de sus ofertas como de sus metas la comunicación con su pueblo fue franca, constante y coherente tanto para las cosas buenas como para las malas. El señor Lagos, para decirlo de forma coloquial, es lo que más se parece a un líder de verdad. Esto se instruye por la ausencia de cinismo en su oratoria, y no se advierte disfunción entre su gesto facial y lo que expresa.

Son rasgos que reflejan la autenticidad en una persona.

Ante las virtudes de este hombre excepcional, debo confesar que, aunque se suele decir que las comparaciones son odiosas, no pude sustraerme de hacer la comparación entre el ex presidente y político chileno con nuestros líderes políticos más conspicuos y me apena decirlo, pero como lo expongo es como lo percibo. Veamos.

Joaquín Balaguer, en esencia, un déspota ilustrado, en su accionar lo caracterizaba la “marrulla” y se aprovechaba de la ignorancia de su pueblo para “usarlo”. Pese a su inteligencia no discutida y reconocida por todos, nos legó un liderazgo mediocre y rapaz, distanciado de prurito ético, que ha sido pernicioso en demasía para toda la sociedad dominicana.

Juan Bosch está incluido entre uno de los líderes políticos más probo que conoce nuestra historia Republicana. Su paso efímero por el poder no permitió aquilatar en toda su dimensión la densidad de su liderazgo político. Entre sus seguidores dejó una especie de logia con un discurso bien hilvanado pero acicateados por la embriaguez que insufla el paso por el poder, en la praxis y en el manejo de la cosa pública, salvo las excepciones que confirman la regla, frente a las atildadas virtudes, el respeto y la venerabilidad que sentían por quien fuera su maestro, mentor y líder, sin sonrojo se han mutado en “más de lo mismo”.

José Francisco Peña Gómez, al decir de muchos el más carismático de nuestros líderes contemporáneos, marcado en su devenir por su extracción social y humilde; de temperamento voluble e impetuoso. su reaccionar era impredecible. Sus adláteres y conmilitones más cercanos, se aprovecharon de su generosidad como ser humano y con su tolerancia han medrado en las arcas del patrimonio nacional con gran voracidad.

La diferencia entre el liderazgo nuestro con el del paradigmático y distinguido huésped Ricardo Lagos, es que este singular hombre no habló de un “nuevo amanecer”, ni de que era “una necesidad nacional” ni de “servir al partido para servir al pueblo” ni de que e’pa’lante que vamos’, ni de “vergüenza contra dinero” ni mucho menos de que era “un hombre de palabra”.

Ricardo Lagos le demostró a su país y al mundo que es un hombre de Estado que predica con el ejemplo. Sus hechos están a la vista y no lo dejan mentir. Sencillamente.

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