Presencia del psiquiatra  en el
Hospital General y sobre otras cosas…

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LUIS EMILIO MONTALVO ARZENO
Hace unos años cuando se iniciaba la apertura de un importante Centro de Salud semiprivado y semioficial en este país el señor Cardenal de nuestro país, amigo mío personal y ligado a mi hogar materno desde el año 1950 a través de mi hermano el Padre Juan Montalvo (e.p.d.) que fue su compañero, me envió al director de esa institución, aún hoy en el cargo a pesar de su desfase producto de su avanzada edad.

La idea era formar en ese centro un servicio de Salud Mental integrado tomando en cuenta mi doble formación de Médico-Psiquiatra y Psicólogo Clínico y mi sólida formación cristiana tanto académica como práctica. Parte de mi formación venía de la Universidad de Loyola de Chicago, considerada como uno de los 10 mejores centros oncológicos de los Estados Unidos donde la ayuda espiritual de cada paciente (asistida por sacerdotes, y pastores de diferentes confesiones ¡hasta budistas e islmámicos!) era y es considerada parte esencial del equipo de la asistencia integral de los pacientes.

Mi frustración fue total. Mi romántico entusiasmo contrastó con la indiferencia y la ignorancia ante una visión bio-psico-social del enfermo. Me dijo que las estadísticas de ellos para casos psiquiátricos era tan mínima que no ameritaba tener un psiquiatra allí a sueldo fijo. Me propusieron trabajar por casos cuando “de vez en cuando” se presentara uno. Me dí cuenta que con aquella cultura de lo que es un enfoque moderno de la medicina integral no había nada que hacer y me retiré afectado por un desencanto que me llegó hasta el fondo del alma.

Lo penoso es que gran parte de los directores de hospitales de nuestro país, los jefes de servicio de Medicina Interna, de Cirugía y de otras especialidades piensan exactamente igual que la persona que describo al principio. Muchos psiquiatras nombrados en hospitales se quejan de los pocos referimientos que reciben de sus colegas y de la crasa ignorancia que reina en muchos de ellos sobre los grandes acontecimientos que ha revolucionado a la psiquiatría a partir de los años 90 llamada Década del Cerebro. Si a esto se agrega la presencia de psicólogos con post grado en Norteamérica y Europa a nivel de Maestría y PhD, tenemos que reconocer que los servicios médicos de nuestros centros públicos y privados se están perdiendo de una ayuda de dimensiones incalculables para solucionar los problemas de salud de sus pacientes.

Y no hablo de pacientes con franca sintomatología psiquiátrica: Me refiero a pacientes y familiares que están enfrentando una situación terminal (quizás a temprana edad del paciente), a pacientes que deben ser amputados, a pacientes que deben sufrir una extirpación de mamas o de útero a edades juveniles, a pacientes que rehúsan una colostomía de por vida, a pacientes diabéticos o con esclerosis múltiple que no aceptan su enfermedad, a niños con somatizaciones que no son más que el espejo de los conflictos infernales que viven en sus propias familias, a candidatos a cirugías plásticas, a personas obesas cuyo exceso de ingesta está íntimamente ligado a trastornos emocionales, a pacientes que sufren de dolor crónico que requieren de algo más que analgésicos o cirugía, etc. etc.

Para concluir y que esto nos ponga a pensar profundo quiero terminal con estadísticas recientes sobre Atención Primaria y Salud Mental: De un 10% a 20% de los pacientes atendidos por padecimientos médicos presentan trastornos psiquiátricos (Koldobsky N, 1995).

Cuando se trata de enfermedades graves como el SIDA o el Cáncer, cuando existe dolor, incapacidad o deterioro físico importante, cuando las enfermedades son crónicas y progresivas, los síntomas de trastorno psiquiátrico se incrementan a valores que oscilan entre el 48% y el 77% (citas de Derogatis y col. 1983; Gili Planas, 1996; Rodin y col. 1986).

También existen múltiples evidencias de que los pacientes que han sufrido accidentes cerebro-vasculares (trombosis y/o hemorragias) sobre todo en la corteza pre-frontal derecha hacen depresiones en el lapso de los 3 meses de la crisis. Estas depresiones presentan muchas veces sintomatología paranoide que hace muy crítico el manejo y puede confundirse con una demencia incipiente, cosa que no es cierta en la mayoría de los casos. Son cuadros muy frecuentes en los centros especializados en el área neurológica.

También sabemos que gran parte de la salud de una población se relaciona con factores asociados al comportamiento humano, tales como la dependencia al alcohol o al tabaco, el sedentarismo, los hábitos alimentarios, las conductas de riesgo, etc.

¿Quién mejor que los profesionales de la conducta para formar parte del equipo para estos casos junto a los demás colegas especialistas?

Finalmente, como cristiano y católico practicante quiero terminar con un testimonio que contiene una intrínseca ironía de la vida: un médico-colega relacionado a una institución de salud ligada a la Iglesia Católica me preguntó con sorna burlona en una ocasión: “Dr. Montalvo, usted con toda esa formación científica que adquirió en Estados Unidos, Inglaterra y España: ¿Todavía cree en Dios? ¿No ha superado esa creencia?

Lamentablemente pensé que la mayoría de los considerados “Soldados de la Iglesia” por los mismos jerarcas de la Iglesia y que figuran en muchos Consejo Directivos de organizaciones de mi Madre la Iglesia son creyentes por estrategia. En ese grupo existen muchos empresarios, profesionales, políticos y de las famosas organizaciones de la Sociedad Civil, entre otros…. Quizás piensen y crean igual que mi colega médico, pero están convencidos de que la iglesia es un Poder con el que hay que estar pegao.

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