Presencia e inmortalidad de Gaspar Mario Cruz

Presencia e inmortalidad de Gaspar Mario Cruz

POR AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
La mañana del pasado viernes 8 de septiembre falleció tranquilamente en su residencia de Villa Mella el maestro escultor Gaspar Mario Cruz.

Atendiendo a su distintiva inclinación por lo esencial, al retraimiento que caracterizó su actividad durante los últimos años y a la discreta solicitud que hiciera a sus familiares, amigos y colaboradores más cercanos, sus restos fueron velados y sepultados en un ambiente de significativa intimidad, luego de ser llevados a la iglesia de su ciudad natal, San Francisco de Macorís, donde había nacido en el año 1925.

Estimado como el más místico entre los portadores de la ancestral espiritualidad que vitaliza la producción simbólica en el Caribe contemporáneo y como uno de los máximos exponentes de la modernidad artística latinoamericana, su muerte repentina ha estremecido profundamente a toda la comunidad cultural nacional y especialmente a quienes en vida tuvieron la oportunidad de tratarlo, respetarlo y admirarlo de cerca como artista, como maestro y como ser humano excepcional. Desde este espacio de AREITO nos unimos a todos aquellos que, más allá del estremecimiento que nos deja la ausencia de su cuerpo, proclaman sinceramente la inmortalidad de su obra, así como la eterna presencia entre nosotros del artista, del amigo y del maestro.

Gaspar Mario Cruz nace en San Francisco de Macorís el 6 de enero de 1925.

Desde los doce años de edad elabora figuras de santos con barro modelado. Entre 1940 y 1941 comienza a tallar la madera.

En 1948 se traslada a Santo Domingo e ingresa en la Escuela Nacional de Bellas Artes, bajo la orientacion directa de Manolo Pascual.

En 1952 la crítica se interesa en la obra de Gaspar Mario Cruz como una tendencia especifica de la escultura dominicana. En 1956 gana el Primer Premio de Escultura en la VIII Bienal Nacional de Artes Plásticas con su obra “Llanto de Baquiní”. En 1957 ingresa al cuerpo docente de la Escuela Nacional de Bellas Artes y al siguiente año obtiene nuevamente el Primer Premio de Escultura de la  IX Bienal con su talla en caoba titulada “Amantes”.

En 1960 gana el Segundo Premio de Escultura de la X Bienal con “Muchachos con Flauta Taína”. En 1964 el artista hace su primera exposición individual en la Alianza Francesa y gana el Tercer Premio de Escultura del concurso E. León Jimenes. En 1965 Gaspar Mario Cruz participa en las exposiciones del Frente Cultural, apoyando al movimiento constitucionalista. En el año 1967 presenta su segunda exposición individual en la Alianza Francesa. Participa en la Bienal de Sao Paulo. En 1968 forma parte del recién fundado grupo PROYECTA con Ada Balcácer, Domingo Liz, Fernando Peña Defillo, Félix Gontier, Thimo Pimentel y Lepe. En 1981 Participa en una colectiva de arte dominicano contemporáneo en la Signs Gallery de Nueva York.

En 1985, como Presidente del Colegio Dominicano de Artistas Plásticos, organiza el Primer Simposio Iberoamericano de Escultura en la Galería de Arte Moderno. En este evento comparte experiencias con artistas internacionales como Nancy Craves (USA), Estuardo Maldonado (Ecuador), Pablo Rubio (Puerto Rico) y con reconocidos criticos de arte como Luis González Robles (España), Gaston Diehl (Francia), Raquel Tibol (Mexico) y Bélgica Rodríguez (Venezuela), entre otros.

En 1989 recibe el encargo para la realización de las puertas de la Catedral de Santiago de los Caballeros. Este mismo año la Magna Asamblea de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos, adscrita a la UNESCO, lo elige en Madrid como Presidente de Honor, junto a otros artistas latinoamericanos sobresalientes. En 1997 realiza su cuarta exposición individual en la Galería Ultimo Arte y en el 2001 expone individualmente en Casa de Bastidas, en el contexto de la lV Bienal del Caribe

En su libro “Gaspar Mario Cruz, poeta de las formas”, la historiadora de arte Jeannette Miller nos advierte que: “La obra de Gaspar Mario Cruz puede, a grandes rasgos, dividirse en cuatro períodos. El primero abarca desde sus inicios autodidactas en San Francisco de Macorís en 1937, hasta la entrada a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1948. El segundo, desde su entrada a la academia (1948), donde aprende el rigor de la escultura, hasta la década del 60, en que los cambios políticos y sociales repercuten en sus tallas de manera muy particular. El tercero es el mas amplio, incluye los años 60, 70 y 80, época en que su obra asume la escala monumental y alcanza plena madurez, colocándose como una de las mas importantes, no solo en el ámbito nacional, sino continental. El cuarto periodo se inicia a mediados de los 80, cuando aborda el “periodo tranquilo” que distinguirá las puertas de la Catedral de Santiago Apóstol (1990) y su trabajo posterior” (1).

Por su parte, en el prólogo de la obra citada, doña María Ugarte sostiene que: “Mario Cruz nació artista y siguió siéndolo en su infancia y en su primera juventud porque ese era su destino, gozosamente aceptado, y no dejó de serlo cuando, vencidas las indecisiones y superadas las dificultades del aprendizaje formal, estuvo en condiciones de adquirir audacia y personalidad en el ambiente cultural dominicano. Pero una audacia que suponía, básicamente, continuar siendo el mismo, consecuente con sus gustos, con sus inclinaciones, con su forma especial de ver la vida a través de sus obras. Aprendió el oficio y asimiló las normas, pero la magia perduró; quizás incluso, con mayor vigor. Religioso hasta el misticismo, apegado a su tierra, a su raza y a sus ancestros, el escultor francomacorisano, siguió con decisión su trayectoria, sin que en su firme andadura se dejara influir por los cantos de sirena de nuevas corrientes y de exitosos ismos a la moda”.

En la misma publicación, el consagrado artista Fernando Peña Defilló ofrece su valioso testimonio sobre el maestro escultor y sus contemporáneos: “Gaspar Mario Cruz ha sabido guiar vocaciones, alentando nóveles talentos, en sus muchos años de profesor en la EMBA y en su propio taller, siempre abierto a quienes búscan orientacion en sus inicios. De los primeros años de estudio, en la entonces joven Escuela Nacional de Bellas Artes, conservo imborrables recuerdos del Mario joven y animoso, dentro de un grupo que ha sabido mantener una amistad firme, a pesar de separaciones y largos viajes de estudios, tanto del arte como de la vida: Ada Balcácer, Domingo Liz, Silvano Lora, Oscar Renta Fiallo y tantos otros, algunos ya desaparecidos, pero que se mantienen vivos por su aporte a las artes plásticas dominicanas. Generación valiosa y permanente que demuestra su vigencia al cabo de medio siglo de existencia activa en el quehacer del arte nacional e internacional”.

A raíz de la exposición homenaje titulada: “Ritos, Juegos y Danzas”, organizada por la Secretaría de Estado de Cultura, en el marco de la XXlll Bienal Nacional de Artes Visuales (2005), su curadora, la Dra. Laura Gil Fiallo, encargada de investigaciones del MAM, señalaba que: “Gaspar Mario Cruz ha logrado una extraña fusión entre lo atávico y lo vanguardista en uno de los corpus artístico-visuales mas significativos y coherentes de todo el arte dominicano. Esto hasta el punto de que no dudaremos en aplicarle el apelativo de “Brancusi del Trópico” para resumir esta fértil dualidad que lo caracteriza. Se trata de un artista culto, que maneja los lenguajes y las técnicas propios de las academias, pero cuyo espíritu esta muy cercano a la devoción de los santeros de palo, para quienes la creación artística es una especie de ritual, por el cual se materializan las energías sagradas y se ponen a la disposición de los fieles”.

(1) Jeannette Miller: “Gaspar Mario Cruz, poeta de las Formas”. Monografía.
Ultimo Arte. Santo Domingo, República Dominicana, 1997. Pags. 85-88.

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