Presencias  que enaltecen al país

Presencias  que enaltecen al país

República Dominicana acaba de presidir, en la persona del vicepresidente, doctor Rafael Alburquerque, la 101 Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) celebrada en Ginebra, Suiza, foro mundial que aprobó  importantes iniciativas a favor de los jóvenes y de  sus derechos sociales y laborales. Nuestro destacado hombre público condujo el  encuentro con el aval, además de por su condición de  estadista, de una fructífera carrera en el campo del derecho laboral  con aportes a los avances que en esa materia han logrado los dominicanos. Su papel central en el cónclave fue enriquecedor para las relaciones internacionales de nuestro Estado por los encuentros que sostuvo en ese lapso con personalidades de todas partes del mundo convocadas por la OIT. Puso el nombre  del país  en alto.

De otro   lado, y también para orgullo del país, el embajador Mario Arvelo Caamaño, un joven de reconocida carrera en la diplomacia dominicana, fue electo presidente del Comité de Agricultura de las Naciones Unidas 2012- 2014. Es el primero de nuestros compatriotas en llegar a la alta función y el único latinoamericano en lograrlo desde 1997. ¡Cuánta confianza y  honor!  porque se escogiera a un dominicano para funciones de primer orden en el ámbito agrícola que ha cobrado especial significado  para la humanidad, por el extraordinario crecimiento de la población mundial y por los efectos del cambio climático.

Una calamidad para San Juan

No se trata de inundaciones con derrumbes y vientos huracanados. El desastre consiste en que cientos de parceleros  de la provincia de San Juan se acogieron a préstamos leoninos provistos por quienes  les compran las cosechas y ahora muchos de ellos tienen que entregar sus casas  y sus predios puestos en garantía para el endeudamiento. Cultivar, con mucho sudor y sacrificio, para ahora quedar en la miseria.

Como portavoz de los campesinos, el obispo José Dolores Grullón  propone que el presidente  electo Danilo Medina  prometa que en un plazo de cien días el Banco Agrícola comprará en efectivo la próxima cosecha de estos  cultivadores, interponiendo el papel  del Estado entre los prestamistas y los prestatarios. Un financiamiento blando, de plazos razonables, evitaría la ruina a cientos de familias campesinas de escasos recursos y desaprobaría el infame nexo de explotación  entre intermediarios y productores.

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