El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo presentó el Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) 2019: Desigualdades en el desarrollo humano en el siglo XXI, el cual señala que las asimetrías en el desarrollo humano perjudican a las personas, limitando el alcance de su máximo potencial en el trabajo y en la vida, y son un cuello de botella para lograr la Agenda 2030 y el desarrollo sostenible.
Según el informe esas desigualdades no se tratan solo de disparidades en ingresos y riqueza. Es por eso que el Informe profundiza más allá de los ingresos, de los promedios y del presente. Los análisis de desigualdad deben incluir otras dimensiones propias de los nuevos desafíos del siglo XXI como lo son el cambio climático y la revolución tecnológica.
La crisis climática está afectando ya de manera más intensa a las personas más pobres, al tiempo que los avances tecnológicos, como el aprendizaje automático y la inteligencia artificial, pueden dejar atrás a grupos enteros de personas en los mercados de trabajo, especialmente a personas con reducida calificación profesional y a las mujeres, que por las desigualdades de género ocupan puestos que pueden ser automatizados.
Por otra parte el Informe señala que hay que tomar en consideración que el lugar de nacimiento y el nivel de ingresos de la familia en que nacen las personas puede ser determinante en sus vidas y que las desigualdades que comienzan a temprana edad pueden aumentar y transmitirse de una generación a otra. Esto significa que se requiere inversión social para construir capacidades en las personas desde las etapas iniciales del ciclo de vida o incluso antes del nacimiento.
En consecuencia, la redistribución de la riqueza por sí sola no basta. También es preciso seguir trabajando para cerrar las brechas en las privaciones básicas (acceso a la educación, a niveles mínimos de salud y a dispositivos tecnológicos, entre otras), y construir políticas públicas para combatir la nueva generación de desigualdades del desarrollo humano, actualmente en aumento.
En el caso de República Dominicana, entre 1990 y 2018 el valor del IDH aumentó de 0.593 a 0.745, lo que representa un aumento de 25.6 por ciento y coloca al país en la categoría de alto desarrollo humano, posicionándolo en 89 de 189 países y territorios, ganando una posición con respecto al 2017.
En el mismo periodo (1990-2018) el país tuvo un incremento en la esperanza de vida al nacer de 7.3 años, el promedio de escolaridad aumentó en 3.0 años, los años esperados de escolaridad aumentaron en 2.6 años, y el ingreso nacional bruto per cápita prácticamente se triplicó.
Cabe destacar que cuando el valor del IDH toma en cuenta aspectos relacionados con las desigualdades en las dimensiones de salud, educación e ingresos, éste se reduce en 21.5 por ciento, pasando de 0.745 a 0.584.
Un aspecto esencial que destaca el Informe sobre Desarrollo Humano es el Índice de Desigualdad de Género (IDG), que para RD tiene un valor de 0.453, ubicándolo en el puesto 104 de 162 países en el índice de 2018.
En República Dominicana, el 24.3 por ciento de los escaños parlamentarios están ocupados por mujeres, y el 58.6 por ciento de las mujeres adultas han alcanzado al menos un nivel secundario de educación en comparación con el 54.4 por ciento de sus homólogos masculinos. La evolución del IDG muestra una lenta reducción de las inequidades de género cuyo ritmo es más pausado en comparación con el comportamiento del IDH.
Ampliando la mirada de los indicadores del IDG se observa que, por cada 100,000 nacimientos vivos, 92.0 mujeres mueren por causas relacionadas con el embarazo; y la tasa de natalidad adolescente es de 94.3 nacimientos por cada 1,000 mujeres de 15 a 19 años. La participación femenina en el mercado laboral es del 50.9 por ciento en comparación con 77.6 para los hombres.
La desigualdad continúa siendo muy elevada en cuanto al poder que ejercen hombres y mujeres en el hogar, el trabajo o el ámbito político. En el hogar, las mujeres realizan más del triple de trabajo de cuidado no remunerado que los hombres y, pese a que en muchos países hombres y mujeres votan por igual, existen grandes diferencias en cuanto a las cuotas de poder político. Cuanto más alta es la esfera de poder, más amplia es la brecha en términos de paridad, por este y los factores antes mencionados, el país pierde un 40 por ciento del desarrollo humano óptimo debido a las desigualdades de género.
En su informe, el PNUD señala que solamente será posible evitar una profundización de las desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI si la atención se centra en combatir la nueva generación de desigualdades y una forma de hacerlo es adoptando numerosas medidas políticas intersectoriales para corregirlas, tomando en cuenta una mirada de ciclo de vida.
Se recomienda acelerar los esfuerzos para cerrar las brechas de las capacidades básicas, enfocando que en el siglo XXI es necesario profundizar en el uso apropiado y productivo de las tecnologías de cara a los desafíos que conlleva la revolución tecnológica y al mismo tiempo crear nuevas resiliencias para enfrentar los retos del cambio climático. Asimismo, se hace necesario mejorar simultáneamente la equidad y la eficiencia en los mercados con mayor productividad y un ingreso adecuadamente distribuido, para no dejar a nadie atrás.