Presente y futuro de la Bienal del Caribe

Presente y futuro de la Bienal del Caribe

En un primer tiempo no pensamos escribir acerca de la V Bienal del Caribe, evitando ser juez y parte. En el marco del Centro Cultural Cariforo, que no es un organismo oficial sino una fundación independiente, nosotros tuvimos una participación formal en el evento, de convocatoria y comunicación, como entidad relacionada por definición y funciones, con el Caribe insular. Pero, por esa misma razón y por haber conocido el proyecto bienal, surgido del Caricom, antes de su nacimiento, decidimos desistir de esa abstención y reflexionar acerca de la Bienal del Caribe, su importancia, su pasado, presente y futuro.

No cabe duda de que la Bienal del Caribe, que desde la edición anterior había oficializado el nombre, simple y sonoro, que la vox populi utilizaba espontáneamente aquí y en el exterior, ha contribuido al avance internacional de la República Dominicana. Con excepción de celebraciones únicas como Carib Art (Curazao/Unesco) o de intentos como Índigo (Guadalupe), ninguna otra bienal o festival abarcaba geográficamente el Gran Caribe, ni más, ni menos.

Desde su anuncio en 1991 –la primera Bienal fue en 1992 puso al país en el mapa de los circuitos internacionales, y contribuyó a entreabrir puertas hacia el mundo a algunos de nuestros artistas. Sorprendió a nuestros vecinos que ya tenían su bienal, Puerto Rico con la Bienal del Grabado, Cuba con su Bienal enfocada hacia Latinoamérica y el Tercer Mundo. También nos dio un pequeño acceso a la prensa especializada en arte. En lo interno, la Bienal del Caribe hizo, desde finales de 1992, acceder, por decreto, la Galería de Arte Moderno al título de Museo de Arte Moderno.

Una, dos, tres bienales se sucedieron, instalando la expectativa y la confianza, fortaleciendo una reputación de país anfitrión, atrayendo altas personalidades. Al mismo tiempo, consejos y críticas –nunca faltan elevaron una voz de alerta, además no cabía duda de que la segunda Bienal superaba a la tercera. Luego, por razones nunca esclarecidas –¿antagonismo, desidia, inexperiencia, ignorancia, carencias? pasaron cinco años sin Bienal, Sara Hermann la resucitó en 2001 al igual que Porfirio Herrera había acabado con un bloqueo de 10 años –puesto que el evento se contempló inicialmente en 1980–.

La prueba de la importancia de la Bienal fue que, reiteradamente, artistas y organismos del Caribe y fuera de la zona, preguntaban lo que había sucedido y si iba a reanudarse. No pocos expresaron que esa interrupción se inscribía en la mala suerte del arte y los artistas del Caribe, en un hábito de frustración, en la marginalización de los esfuerzos caribeños por darse a conocer. Pero la esperanza subsistía.

[b]UNA EVOLUCIÓN ABIERTA[/b]

Las tres primeras bienales se limitaron a la pintura, como categoría a admitir. Sin embargo, hubo algunos artistas que no respetaron esa regla y presentaron obras no pictóricas, clasificables como dibujos y aun excepcionalmente como instalaciones: recordamos taburetes de madera y montajes tridimensionales pintados. Esa extensión de la definición plástica se ha podido observar en otras colectivas de pintura, así en “La Vida urbana en el Caribe”, convocada por el Centro Cultural Cariforo. La flexibilidad suele responder a esa extralimitación, para evitar el rechazo de trabajos interesantes, y sobre todo por la actual tendencia, en las convocatorias nacionales e internacionales, a dejar total libertad a los artistas en la elección de sus propuestas.

La IV Bienal del Caribe rompió definitivamente con el requerimiento inicial: se recibieron todas las categorías y expresiones, bi y tridimensionales, incluyendo las fotografías, el video, y por supuesto la combinación de varios media y un despliegue espacial. En el sistema de admisión a dos grados, los curadores nacionales enviaban sus selecciones, que luego se sometían a una aprobación definitiva en Santo Domingo. La Bienal del Caribe se adhiere a la práctica de las grandes bienales planetarias. Es un asunto de disponibilidades: que los países consigan recursos para producir y enviar participaciones no tradicionales, y luego que el Museo de Arte Moderno tenga los espacios suficientes, ya que a veces la libertad de expresión se funde y confunde con libertad de dimensión. En este aspecto, también se intentó preservar la máxima tolerancia.

Otra modificación en esta V Bienal fue el privilegio dejado a la participación dominicana, más numerosa que las extranjeras. Recordamos que así fue –pero por reglamento en la primera Bienal del Caribe, en 1992. Sin embargo, el Jurado internacional dictaminó luego que no podía existir esa clase de discriminación, y que las participaciones dominicanas habían de observar las mismas normas cuantitativas que los demás. En el 2003, se volvió a la primera opción, que personalmente encontramos legítima, por tratarse del país anfitrión, siempre que no se abuse de ese derecho, opacando y arrinconando a los demás, y que las premiaciones no se multipliquen. Esto no ha ocurrido: la colocación en el sótano por cierto un muy buen espacio, otrora menospreciado , creó una suerte de sección nacional, como sucede en otras bienales del mundo. Y hubo un solo galardón.

[b]PARTICULARIDADES DEL CARIBE Y PREMIOS[/b]

Hablan de Caribe como de una región casi mítica, que, más que niveles y expresiones diversos, posee un caudal artístico compatido. De hecho existen varios Caribes, sobre todo como lo concibe nuestra Bienal, que suma México, Venezuela, Colombia, y Centroamérica, al Caribe stricto sensu de las islas, Belice y las Guyanas –según el agrupamiento geopolítico y el Cariforum . Dentro de ese mismo último renglón, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, las Grandes Antillas, difieren mucho de las pequeñas islas y aun de Belice, Guyana, Guyana y Surinam. El Caribe insular Hispánico, luego Jamaica, Barbados –anglófonos , Haití –nuestro vecino ,Guadalupe y Martinica –francófonas , sorprendentemente Curaçao y Aruba –pequeños territorios holandeses , demuestran un avance muy grande en relación con las islas diminutas, naciones o todavía dependientes.

Si el primer grupo caribeño, actualizado, informado, dotado de artistas contemporáneos, conoce y practica instalaciones, video y tecnoarte, pero mucho menos que parte de Centroamérica y de los grandes del continente, los demás están en mayoría despertando a la modernidad artística. Belice debe su avance excepcional a un curador europeo, Aruba a la mística del artista Elvis López, pero no son comunes denominadores. Las bienales juegan un papel de estímulo e integración, algo fundamental para el Caribe insular en su conjunto, salvo Cuba –ya internacionalmente colocada . Barbados, Bahamas y Trinidad/Tobago, notables en Bienales anteriores, hicieron falta en esta quinta edición.

Ahora bien, creemos que los Premios y menciones, a los cuales aspiran todos, sí todos, pueden ser un factor de incentivo o de descorazonamiento. Otorgados por un Jurado de alto nivel, apasionado de contemporaneidad, se atribuyeron en su gran mayoría a realizaciones tecnológicas, instalación, video y fotografía. La pintura y aun la escultura casi se descartaron. Así mismo las islas pequeñas –pese a la calidad de las representaciones de Islas Vírgenes, Curazao, Grenada por ejemplo tampoco recibieron una distinción. Ciertamente, una Bienal no puede ni debe ser una institución de beneficencia artística, pero la obvia predilección por los nuevos medios no solamente causó decepción sino es susceptible de desconcertar, como le sucede al artista provinciano que hace un surrealismo atroz por que le dicen que el costumbrismo y la tradición ya murieron Pensamos que esta atribución de los premios motiva una reflexión para el futuro.

Luego, si se trata de proyecciones y videos, la falta de equipos y aun de energía eléctrica no permite apreciar sus cualidades permanentemente Y llegamos a uno de los puntos más engorrosos, el asunto económico.

El costo de la Bienal del Caribe, fija en sus fechas, fundamental para nuestra posición política en la región, es extremadamente bajo en relación con otros eventos millonarios que se sucedieron en el 2003. El hecho de que no se haya podido producir un catálogo provoca vergüenza ante los países participantes: ojalá se enmiende esta laguna. La criticada modestia del montaje y la sensación de escasez en varios aspectos se percibieron. No basta con el heroísmo de la dirección, de su equipo y de jóvenes voluntarios.

Existe un plan decenal de cultura: allí debe figurar la Bienal del Caribe en primer plano, con un presupuesto digno. De lo contrario, el futuro de esta hazaña artística –trabajar con el Caribe no es fácil es incierto, y renunciar a la única manifestación colectiva internacional dominicana sería una desgracia impensable. A pesar de los nubarrones, veamos el futuro y las perspectivas de la Bienal del Caribe, con esperanzas.

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