Preservación de los fundamentos

Preservación de los fundamentos

Una democracia que no esté protegida con teorías y prácticas de firmeza institucional podría quedar riesgosamente expuesta a desnaturalizaciones. Una vulnerabilidad que en República Dominicana se expresa en inestabilidad de normas básicas. Aun cuando la Constitución, como obra humana, puede contener imperfecciones y ella misma preserva un mecanismo para eventuales reformas y actualizaciones, el concepto de «ley de leyes», como máxima categoría jurídica, la sitúa en un plano de abierta contradicción con cualquier maniobra para reformarla a vapor y sigilosamente cada vez (y solo por ese motivo) que se aspira a la prolongación de ejercicios de poder, esos que para todo caso deben acogerse a delimitaciones que dicta la propia Carta Magna
El improcedente dilema en boga de «reforma sí, reforma no» coincide con los homenajes que en la presente efeméride exaltan los sacrificios de quienes con heroicidad se levantaron en armas para la reposición de un gobierno cercenado con aplastamiento de la Constitución vigente en 1963, suscrita por la voluntad del pueblo que dos años después salió a defender, precisamente, la permanencia del fundamento jurídico del Estado, que no debe estar expuesto a conculcaciones de manos militares ni a ser alterado en atención a los niveles de popularidad de autoridades. Tampoco se acortan «constitucionalmente» los mandatos cuando se pierde esa popularidad.

Espectadores del infortunio

En esta etapa de la humanidad, la llegada instantánea de informaciones sobre diversos hechos sitúa a la gente a lomo de la actualidad, a veces con la plasticidad fulminante de imágenes. La salvajada del conductor borracho que de súbito se lleva de encuentro vidas inocentes; o la embestida de asaltantes que transforman en funeral un cálido encuentro familiar matando a un concurrente, pasan a doler más que antes como tragedias del prójimo en cercanía.
Es necesario recordar a las autoridades que en vista del valor inconmensurable de la vida, ninguna estadística de fríos guarismos permite medir eficazmente la angustia que vive la sociedad cuando se sabe expuesta a la probabilidad de incursiones mortales casi al azar y sin anuncio previo. Los actos delictivos -muchos o no tantos- causan un mismo horror que niega sosiego.

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