Preservar la institucionalidad

Preservar la institucionalidad

Cesó con el discurso presidencial de este lunes el agobiante suspenso que gravitó por meses sobre la vida política con amenazas de proceder a una improcedente reforma constitucionalpara legalizar sin legitimar permanencias en el poder. Los argumentos adversos a la modificación sostenidos como clamor nacional aparecen para mayor validez en las razones expresadas por el propio mandatario para descartarse como próximo candidato, posición que asume tras callar prolongadamente. Si el significativo rechazo al cambio que retornaría la reelección por más de dos períodos defendido con ardor desde su litoral influyó en el ánimo del Presidente para definirse en la forma en que lo hizo, cabe valorar la contribución ciudadana a una trascendental decisión que lo sitúa favorablemente ante la historia.

Siempre se lamentará que el país fuera llevado largamente a abrigar preocupaciones por la institucionalidad con potenciales repercusiones negativas sobre la economía y las inversiones, sobre todo las extranjeras susceptibles a ruidos y amenazas a la estabilidad jurídica. La nación ha vivido tensiones que no merecía. Factores de poder propiciaron nubarrones mediante tácticas de silencio, movimientos entre bastidores y una tenaz maquinaria de promoción dirigida por jerarquías de ingentes recursos. Frenado el tren reeleccionista debe atenuarse la gran división causada en la sociedad.

De magnitud desconocida

Negar información en forma sistemática y bajo mordazas de orden superior sobre el real efecto mortal del dengue priva al país de los auténticos perfiles de la enfermedad. Equivale a desinformar al público que debe estar motivado hacia la prevención eliminando criaderos de mosquitos y acudiendo con presteza a la asistencia médica. El bloqueo informativo está firme en los hospitales públicos.

El número de decesos ocurridos en los centros de salud con síntomas febriles para sospechar que fueron causados por el dengue no debe ocultarse, restándole valor a diagnósticos provisionales, como no debe esperarse la confirmación científica de las muertes para difundirlas, una formalidad que impide mantener a la sociedad en alerta en los grados que corresponde a la realidad. Cuidar vidas más que cuidar imagen.

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