Presidencialismo dominicano: vivito y coleando

Presidencialismo dominicano: vivito y coleando

Mientras más firme la democracia, menor será la preeminencia del presidente

Uno de los graves problemas de la política dominicana y del mundo subdesarrollado es el excesivo presidencialismo. La carencia de instituciones fuertes y de recursos para atender las principales demandas de la sociedad, hacen que el Presidente se convierta en la tabla de salvación, en la fuente de esperanza. Ni siquiera el crecimiento económico ni la apertura política de las últimas décadas han logrado romper con esa tradición.

En todos los regímenes políticos, la figura del jefe de Gobierno (el presidente en un sistema presidencial), es de vital importancia. La diferencia radica en que, mientras más desarrollado es el sistema económico y más firme la democracia, menor será la preeminencia del presidente porque los otros poderes sobresalen también en el ejercicio de sus funciones.

En el Siglo 20, Trujillo y Balaguer encarnaron un excesivo presidencialismo en la República Dominicana: Trujillo de forma dictatorial y Balaguer semi dictatorial.

Al llegar la transición democrática de 1978 se creyó que el presidencialismo iría desapareciendo, tanto por la misma transición, como porque la figura que podía encarnar un nuevo presidencialismo por su ascendencia en las masas era José Francisco Peña Gómez y no llegó a la presidencia. Figuras de menor liderazgo como Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco llegaron al poder bajo el liderazgo de Peña Gómez, quien se convertía en retranque para sus aspiraciones continuistas.

En vez de institucionalizar mecanismos democráticos de sucesión de poder, en el PRD se desató el canibalismo político entre aspirantes presidenciales (las llamadas tendencias), hasta que se autodestruyeron. En ocho años salieron del Gobierno y volvió la figura que mejor encarnaba el excesivo presidencialismo en el post-trujillismo: Balaguer.

Bajo el manto de Balaguer, Leonel Fernández no pudo potenciar su presidencialismo en el período 1996-2000, lo que sí hizo cuando regresó al poder a partir de 2004. Proclamó una nueva Constitución en 2010 para poder seguir aspirando después de cumplir dos períodos consecutivos en 2012. Desde entonces no han cesado sus aspiraciones presidenciales, a pesar de tener en su aval tres períodos de Gobierno.

Hipólito Mejía, de no haber sido por la crisis financiera de 2003-2004, hubiese sido presidente dos períodos consecutivos (para eso modificó la Constitución en 2002). Sus aspiraciones nunca han cesado; solo en 2008 no aspiró a la candidatura de su partido. En 2012 fue candidato del PRD, y en 2016 y 2020 aspiró a la candidatura presidencial del PRM.

Danilo Medina, cuando fue electo en 2012, solo podía gobernar cuatro años, según lo estipulado en la Constitución que promulgó Leonel Fernández en 2010. No conforme con esa disposición, Medina promovió el cambio de la Constitución en 2015 para repostularse en 2016, y de no haber sido por la presión de Estados Unidos, quizás fuera presidente todavía.

Luis Abinader llega al poder en agosto de 2020 augurando cambios. No obstante, en la estrategia de comunicación del Gobierno sobresale la imagen del Presidente; a tal punto que, en la publicidad gubernamental aparece el mismísimo Presidente anunciando “estamos cambiando”. Muestra de que el presidencialismo sigue vivito y coleando.

Los datos de encuestas de cultura política de la última década muestran una tendencia sorprendente y preocupante. Se registra un declive de la confianza en las instituciones públicas y en los partidos políticos, mientras el Presidente registra un alto nivel de aprobación. Lo esperado sería que todos (instituciones y presidente) suban o bajen juntos en la estima popular.

El crecimiento económico y apertura política no han logrado romper con esa tradición

Más leídas