Rio de Janeiro. Movilizaciones masivas en demanda de la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, han reducido sus opciones para manejar la crisis económica y política, lo que significará un periodo de mayor turbulencia para este país en los meses venideros, pero su derrocamiento es altamente improbable, dijeron analistas el lunes.
Encuestas dijeron el lunes que la popularidad de Rousseff se había reducido a la mitad antes de las protestas del domingo en comparación con la cifra de octubre, cuando fue reelegida.
La magnitud del desafío que enfrenta se mostró en las primeras planas de los periódicos el lunes en los que se publicaron las fotografías de las multitudes que salieron a la calle a pedir su remoción. El enojo por un extendido esquema de corrupción provocó las protestas del domingo en más de 150 ciudades.
Fiscales federales dijeron que han descubierto el mayor caso de corrupción y pago de sobornos en la compañía petrolera estatal Petrobras, por el que empresas de la construcción y firmas de ingeniería pagaron al menos 800 millones de dólares a antiguos directivos de la compañía a cambio de otorgamiento de contratos con pagos en exceso.
Investigadores dijeron que parte del dinero se canalizó a gastos de campaña del gobernante Partido de los Trabajadores y sus aliados. Se investiga a decenas de congresistas y algunos exfuncionarios del Ejecutivo, entre ellos dos antiguos jefes de gabinete de Rousseff.
La presidenta, quien encabezó el consejo de Petrobras durante el periodo en que se entregaron los sobornos, no está implicada pero encuestas muestran que la gran mayoría de los brasileños creen que supo del robo.
Más de 200.000 personas se reunieron en la principal avenida de Sao Paulo el domingo, una multitud mayor que las congregadas en las protestas contra el gobierno que se llevaron a cabo diariamente en junio de 2013, cuando la furia no estaba dirigida a Rousseff sino a los malos servicios públicos y la corrupción que la población considera endémica.
Ahora se espera que las protestas sean menos frecuentes. Los grupos de tendencia derechista que organizaron las manifestaciones del domingo a través de redes sociales llamaron a una nueva ronda de protestas el 12 de abril. Pese a la ira que se aprecia en las calles pocos analistas esperan que Rousseff sea destituida.
“Aunque vienen una meses difíciles, no creemos que el gobierno esté en camino de una crisis de gobernabilidad, o que Rousseff vaya a ser destituida”, informó el grupo de consultoría Eurasia el lunes en un comunicado.
Las protestas del domingo muestran qué tanto ha caído la popularidad del Partido del Trabajo desde su llegada al poder en 2003.Fundado en 1980 por una coalición de poderosos sindicatos que combatieron a la prolongada dictadura militar brasileña y numerosas organizaciones civiles, el partido se ha distinguido por su capacidad de movilizar a sus simpatizantes. Eso no se ve ya.
Las manifestaciones a favor de Rousseff que sacaron a miles de simpatizantes a las calles el viernes fueron organizadas por sindicatos y grupos sociales y no mostraron la vitalidad y espontaneidad que tuvieron las del domingo.
“Quién podría imaginar que el Partido del Trabajo perdería su sitio y ahora sería el objetivo”, escribió Eliane Cantanhede, una columnista política del periódico Estado de S. Paulo.
Merval Pereira, comentarista político del diario O Globo escribió el lunes que si Brasil tuviera un sistema parlamentario “el gobierno ya habría caído” resaltando que muchos de los aliados de Rousseff en el Congreso, muchos de los cuales son investigados por el escándalo de corrupción en Petrobras, bloquean las reformas que promueve la presidencia.