Algunos ministerios definitivamente no van a su ritmo; póngales las pilas.
Hasta ahora, usted se está imponiendo a los enemigos de El Cambio, vamos bien. Su constante actividad toca todos los puntos más sensibles, más necesarios, más urgentes, eso es positivo.
Como era de esperar los profetas del desastre intentaron canibalizar su clara, precisa y explícita rendición de cuentas.
Eso se escucha, se lee, se le presta atención, pero se trata de palabras cuya intención es dañar, tergiversar, no hay ánimo de contribuir con la crítica a que se mejore lo que sea mejorable.
En su discurso del 27 de febrero usted recorrió la geografía nacional señalando cada lugar del país a los cuales ha llegado con su mensaje de acciones inmediatas y esperanzas convertibles en realidades.
La definición de sus ejes de trabajo está clara: combatir la pandemia del covid, para lo cual se inició el programa de vacunación de manera escalonada; enfrentar la escalada de precios de la comida con acciones puntuales, dirigidas y consensuadas; trabajar a fondo con el problema de la educación que amenaza con retrasar la adquisición de conocimientos de los desheredados de la fortuna; incentivar el turismo; evitar que la gula capitalista siembre de hoyos y miseria el territorio nacional con minas de cielo abierto.
Haciendo honor al poeta mexicano que dijo que nadie es monedita de oro para ser aceptado por todo el mundo, es justo reconocer que sectores de la oposición imitaron el inútil ejercicio de los animales que aúllan a la luna.
Como no todo es color de rosas, siempre hay aspectos que merecen ser ponderados con detenimiento como son: la cerca en la frontera para “impedir” que ilegales haitianos ingresen al país y la explotación de Bahía de las Águilas.
Mientras se reconoce el activismo suyo, el quehacer incesante día y noche, sin fines de semana libres, sin sesteo, se critica acerbamente que algunos ministerios no van, definitivamente no van, a su ritmo. Si una parte del cuerpo no camina a la misma velocidad de otra es lógico que la parte principal no pueda avanzar a la rapidez que desea y necesita. Esa parte no está bien.
Como músico, sé, desde siempre, que todos los ejecutantes, todos los intérpretes tienen que mantener el compás escrito en la partitura y demandado por la batuta del director.
Cuando se trata de algo tan delicado y trascendente como el Gobierno de la Nación, ningún funcionario debe caminar más lento que la cabeza, puesto que se convierte en una retranca.
Cada músico tiene frente a sí una partitura escrita con tal claridad que no admite la menor pizca de tinta fuera del pentagrama. El Presidente marca el ritmo, dirige la orquesta, pero no puede interpretar el violín, el oboe, el saxofón y la batería, al mismo tiempo.
Póngales las pilas.