Aunque  la  palabra Estado se considera conceptualmente  abstracta,  se expresa en forma concreta en el Gobierno de una Nación, como cuerpo político de ésta. Es el concepto de la más amplia expresión de la Administración Pública de un país. 

Usted, señor Presidente, que hasta el momento ha  sabido manejar de manera excelente este concepto, se le considera un gran Estadista. En sus gobiernos le han acompañado muy buenos, buenos y neutros funcionarios, ejecutando eficientemente sus directrices, los primeros, aceptablemente los segundos, y sin calificativo los terceros.  No por parentesco,  afinidad, amiguismo u otra condición, sino por la correcta aplicación de las leyes sustantivas del país que rigen la Nación. Usted es un fiel defensor de nuestras leyes y propulsor de reformas para fortalecerlas. Pero, entre esos funcionarios hay quienes desnaturalizan el concepto del Estado y consecuentemente empañan su condición de Estadista, cuando por capricho,   sentimentalismo injustificado,  lazos afectivos o sentimentales, distraen su cargada agenda en temas que por su naturaleza no deben ocupar su tiempo y atención. Usted sabe perfectamente a lo que nos referimos.  Más, cuando esas actitudes son propiciadas por habilidades teatrales  de personas que han abandonado los principios inherentes a sus orígenes, historia  y cultura.

Señor Presidente, reconocemos su elevada potestad para tomar decisiones de Estado. Estos funcionarios son los  responsables del manejo de instituciones, áreas o temas.  Una decisión saludable al Estado y al Gobierno, tomada por cualesquiera de ellos,  merece ponderarse y respetarse. Máxime, tratándose de asuntos con dudoso origen y perspectivas impredecibles, ante lo que no debe pesar parentesco ni amistad, que consideramos no es su ejemplo. La solidaridad también tiene rostro de lealtad  y transparencia.

Por eso, esta reflexión pública con Usted, presidente, para solicitarle: Evite que relajemos el Estado.