Presidente filipino seguirá en provincia más devastada

Presidente filipino seguirá en provincia más devastada

TACLOBAN, Filipinas. El presidente de Filipinas Benigno Aquino III dijo el domingo que permanecerá en la provincia de Leyte, una de las más castigadas por el tifón, hasta que mejore la distribución de la ayuda a los damnificados tras las quejas de que no recibido atención adecuada.

Aquino acampará seguramente en Taclobán, la capital de la provincia de Leyte, pero no está claro donde encontrará alojamiento adecuado ya que la ciudad está en ruinas. Virtualmente todos los edificios de la ciudad fueron dañados o destruidos por el tifón Haiyan el 8 de noviembre, que mató a 3,974 personas, según el último conteo oficial difundido ayer. Además, la tormenta dejó unas 1,200 personas desaparecidas.

La electricidad producida por generadores de diésel está disponible sólo está disponible en algunas zonas. No hay agua corriente y la gente debe contentarse con el agua suministrada por vehículos cisternas, aunque muchos ni siquiera tienen eso.

En una rueda de prensa durante su visita a Taclobán, Aquino dijo que se lograron algunos avances pero no son suficientes. La gran campaña iniciada por la comunidad internacional, que ha donado ayuda y alimentos por más de 248 millones de dólares, ha comenzado a dejar resultados en el terreno. “Queremos aliviar los problemas de todo el mundo lo antes posible. Mientras no vea más mejoras, estaremos aquí”, dijo Aquino, en referencia a su equipo oficial.

El vocero presidencial Ricky Carandang dijo que Aquino quería asegurarse de que la ayuda se distribuya correctamente y que la electricidad se restaure pronto en esta ciudad de 220,000 personas.

No es la primera vez que Aquino se ha envuelto directamente en una crisis. Cuando los insurgentes musulmanes ocuparon en septiembre varias aldeas de pescadores en torno a la ciudad meridional de Zamboanga, estableció su sede gubernamental en el cuartel del mando militar en la ciudad para supervisar la ofensiva contra los insurgentes.

La medida recibió muchos elogios. El mes pasado, el presidente durmió una noche en una carpa militar para tranquilizar a los nerviosos residentes de una ciudad del centro del país que fue devastada por un sismo de magnitud 7.3.

Horas antes, miles de filipinos acudieron a iglesias en la región para asistir a su primera misa dominical desde el paso del tifón.

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