Como acaba de afirmar el talentoso economista Isidoro Santana, el ejercicio de gobernar no se parece en nada a un concurso de belleza. Gobernar, decimos nosotros, es tomar las decisiones indicadas, por dolorosas que sean, cuando son necesarias y cuando el cuerpo social las demande.
El presidente Abinader tiene ante sí la necesidad de hacer una reforma fiscal para enfrentar las necesidades derivadas de los compromisos contraídos. También para financiar obras que él ha prometido y que, según su programa de Gobierno, son necesarias para el avance socio-económico del país.
Ya los empresarios han expresado su oposición. Dicen que no es oportuna por los efectos dañinos a la economía dejados por la inacabada pandemia de covid-19. Eso era de esperar. Nunca nuestros hombres de empresa han estado de acuerdo con reformas o cambios fiscales. Pero siempre han aceptado el hecho cumplido.
Las clases medias tampoco están de acuerdo. No quieren abandonar su confort, sus viajes, sus compras al exterior, etcétera. Entendible, pero este rechazo no debe detener lo que es necesario.