Siempre se ha dicho, sobre todo en los ámbitos del ejercicio político, que gobernar es escuchar, oír. En principio puede creerse que es un ejercicio fácil y común, pero no lo es. Generalmente, quien gobierna, no importa la jerarquía, entiende que lo puede hacer todo y, peor todavía, que lo sabe todo. Escuchar es una tarea que suelen apreciar aquellas personas que consideran que los otros, sean quienes sean, tienen capacidad para pensar, para ver, para reflexionar y para ser racionales. Más todavía, estiman que tienen el derecho a ser escuchados y tomados en cuenta.
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El presidente Luis Abinader reflexionó sobre este tema, con brevedad pero con sustancia, en su reciente visita a San Pedro de Macorís, en el marco de un encuentro con ciudadanos de aquella legendaria localidad, otrora centro del saber, de la industria, de la producción azucarera y famosa por dar al país y al mundo sobresalientes jugadores de béisbol. ¿Qué dijo el jefe de Estado? Según la crónica suministrada por el Palacio Nacional, el mandatario exhortó a sus funcionarios a escuchar a los ciudadanos, a enterarse de sus inquietudes para buscarles soluciones. Más todavía: expresó que los funcionarios que no pueden escuchar a los ciudadanos no merecen desempeñar los puestos que tienen.
Ojalá que la burocracia estatal, sobre todo la encaramada en las cúspides del poder gubernamental, escuche la exhortación del presidente Abinader, la asimile y, lo más importante y deseado, que la ponga en práctica, que la haga un ejercicio cotidiano y la reconozca como parte de su deber. Necesitamos rescatar la socorrida expresión de que el funcionario es un servidor público, que se debe a los ciudadanos que eligieron al superior que nombró y que es pagado con dinero aportado por los contribuyentes. Necesitamos, pues, que las palabras presidenciales calen en el equipo de trabajo que le acompaña. Que escuche, que oiga, que ponga atención a las necesidades y expectativas de una población que espera vivir con sus necesidades básicas, por lo menos, cubiertas.