En política no siempre es sencillo establecer cuándo se tiene o no la oportunidad de hacer lo correcto. Se juzgará de acuerdo a criterios de éxito, a resultados económicos o funcionales, o a cánones morales. Cuando no se teme a Dios, mucho menos se teme a una “posteridad” que no podrá castigar. Es difícil establecer la dosis de culpa y responsabilidad del PLD si el PRD, cuando fue gobierno creó las condiciones o profundizó un proceso de corrupción que, a su vez, había heredado de pasados gobiernos. Nuestros ancestros cargan con parte de la culpa del tollo moral y administrativo que tenemos hoy.
Los contemporáneos también. De lo que sí se puede responsabilizar al PLD y al presidente Medina, es de no estar haciendo lo que sí pueden hacer en favor del pueblo dominicano y no lo están haciendo; de haber cambiado la línea bochista para confabularse con el balaguerismo; de no haber utilizado cabal y provechosamente la portentosa herramienta conceptual y programática de la Dictadura con Respaldo Popular, la cual anunciaba mejor éxito una vez hermanada con el esquema del Socialismo Siglo XXl; contando con la fuente nutricia de los gobiernos del Partido de los Trabajadores brasileños, y el apoyo de otros gobiernos y líderes suramericanos; manifestándose ahora como el aborto de acaso la mejor oportunidad de los movimientos populares frente a las grandes potencias patrocinadoras del capitalismo salvaje y la globalización brutal.
Ante las manifestaciones de una opinión pública que se levantan contra la ostensible y descarada corrupción administrativa, el presidente Medina y el PLD deberán evitar a toda costa que el presente y la posteridad inmediata los acuse de no haber hecho un intento serio, no mediático, por gobernar el país como lo prometieron siempre, ellos y su mentor, Juan Bosch. Ha sido entendible que desde sus filas se formase un grupo de capitalistas que financiarían el Proyecto partidario y enfrentarían a las oligarquías tradicionales, y aún a las potencias en un “juego limpio”, dentro de las propias reglas del sistema. Nada más inteligente.
Pero el afán personal de lucro y de buena vida ha traicionado a no pocos. Su propia maquinaria mercadológica y propagandística y la dinámica del escalamiento social, los envolvieron en trampas de la que es difícil escapar. Todo parece indicar que han terminado por tirar por la borda la oportunidad de liberar de tantos oprobios a nuestro pueblo. Probablemente, nunca hemos tenido una mejor oportunidad que con Danilo Medina, el gobernante con mayor aprobación, legitimidad y sustentación fáctica para accionar aún por encima de ciertas leyes y convencionalismo. En lo restante, la pregunta es si Danilo, el PLD y la parte sana de la élite político-económica que lo rodea, se pondrán del lado de la impunidad, o si se las jugarán por un país dominicano mejor. El juego está en sus manos y, por ello, él y sus colaboradores podrían pagar la alta factura del costo de esta oportunidad, y ser tenidos como responsables ante la presente y las posteriores generaciones.