Presión social afecta más a homosexuales
que a lesbianas

Presión social afecta más a homosexuales <BR>que a lesbianas

BOSTON.- El año pasado, tres meses después que la Suprema Corte Judicial de Massachusetts dictaminó que es anticonstitucional prohibir que las parejas del mismo sexo se casen, una joven llamada Bernadette Smith abandonó su empleo, en el que dirigía un programa de asistencia comunitaria, para convertirse en planificadora de bodas para las parejas de homosexuales. Llamó el negocio que creó Ya Era Hora.

En el año transcurrido desde la histórica legalización de los matrimonios de personas del mismo sexo, el 17 de mayo de 2004, Smith ha preparado una boda en un boliche con pizza, una fiesta en una casa frente al océano, documentada por un pintor de acuarela, y nupcias paganas en las que los invitados fueron trasladados de la ceremonia a la recepción en tranvías rentados. Solamente surgió una tendencia consistente en su negocio: la mayoría de sus clientes han sido mujeres. En los próximos meses supervisará ocho bodas, solamente una de ellas para una pareja de hombres.

Aunque las mujeres han estado en la línea del frente en la litigación en torno al emocional debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos, los líderes más sonoros en el tema han sido hombres, lo que suele dar la impresión de que el matrimonio es un objetivo que le interesa más a un sexo que al otro. No obstante, de las cerca de 5.400 parejas que se han casado en Massachusetts desde mayo del año pasado, casi dos terceras partes fueron de mujeres.

Sociólogos y defensores de los matrimonios homosexuales explican la discrepancia principalmente en términos de realidades sociales y económicas que forjan actitudes conflictivas acerca del matrimonio. Lo que demuestran las cifras, según el diputado Barney Frank, de Massachusetts, «es que las diferencias entre homosexuales y lesbianas no son las más importantes en la sociedad, pero sí lo son las diferencias entre hombres y mujeres».

A cierto nivel, las estadísticas de Massachusetts demuestran que es culturalmente evidente: que los hombres soportan el mayor peso de la ambivalencia en el tema del matrimonio y la familia. A otro nivel, las cifras podrían reflejar un deseo entre las mujeres de superar la vulnerabilidad económica de vivir independientemente. «Las mujeres están situadas de manera distinta en la fuerza laboral; para ellas tiene más valor casarse», aseguró Christopher Carrington, un antropólogo que ha estudiado a parejas de homosexuales y lesbianas.

El matrimonio homosexual en Massachusetts seguirá en pie hasta fin de año, cuando el tema será discutido una vez más en la legislatura estatal y, potencialmente, sometido a votación popular. Una encuesta de opinión pública realizada por The Boston Globe en marzo encontró que el apoyo popular para el matrimonio entre personas del mismo sexo es de 54 por ciento.

En otras partes de la nación, 14 estados enmendaron sus constituciones para prohibir el matrimonio homosexual desde 2004. En California, la actual litigación pretende cuestionar la prohibición del estado al matrimonio de parejas del mismo sexo.

Una mayoría de las mujeres que contrajeron matrimonio en Massachusetts –67 por ciento– son mayores de 40 años, y muchas están más allá de la edad de tener hijos. No obstante, según los sociólogos, la presencia de niños en la vida de una mujer es otro factor que influye en las desproporcionadas cifras de matrimonios. Aproximadamente una tercera parte de todos los hogares de lesbianas en todo el país tienen niños, según el censo del 2000, en comparación con aproximadamente una quinta parte de los hogares de homosexuales.

«Diría que la principal razón es que es más probable que las mujeres tengan niños, y por lo tanto busquen las protecciones legales y económicas que requieren los niños y que el matrimonio provee», señaló Gretchen Stiers, autora de un estudio de 1998 titulado «De Hoy en Adelante», que examinó las relaciones de homosexuales y lesbianas.

Según la oficina de estadísticas vitales de Massachusetts, 29 por ciento de las parejas de mujeres que se casaron entre mayo y diciembre del año pasado tienen un miembro que estuvo casado anteriormente (en contraste con 19 por ciento de las parejas de hombres). Muchas de las mujeres pudieron entrar a esta nueva relación con niños de parejas anteriores.

Sin embargo, en muchos casos, hay otra fuerza en juego: la programación cultural que crea fantasías de pasteles de varios pisos y lilas en las niñas de 6 años.

Para Abby McDonald y Tara Donner, quienes caminarán por el pasillo central de la Iglesia de la Calle Arlington, en Boston, el 11 de junio, con vestidos blancos, acompañadas por sus padres, el deseo de casarse fue impulsado casi totalmente por deseos íntimos y conformistas. Donner, egresada de Wellesley, leía Martha Stewart Weddings (Bodas de Martha Stewart) en el colegio. Ninguna de las dos mujeres sostuvo una relación seria antes de conocerse hace tres años y medio, y ninguna se interesaba especialmente en una ceremonia de compromiso o una unión civil, afirmando que tales arreglos carecen del núcleo emotivo del matrimonio.

«Abby estaba definitivamente lista para casarse antes que yo», comentó Donner tras una visita a la costurera para alteraciones conjuntas de sus vestidos de bodas. Las dos hablaron sobre el matrimonio desde que parecía una posibilidad legal, en noviembre de 2003. «Me tomó un tiempo llegar al mismo punto», agregó Donner. «Sabía que deseaba casarme con el tiempo, pero no estaba preparada en ese momento. Quería ese sentimiento total de seguridad, que todo pareciera correcto, y tardó unos meses».

Una vez que Donner sintió el espíritu adecuado, compraron anillos de diamante de compromiso, se declararon mutuamente en la universidad de Wellesley, el 11 de junio, y decidieron planear una boda durante un año, en vez de casarse rápidamente en medio de la emoción de la primavera pasada.

«Era importante para nosotros demostrar que no nos casábamos sólo por un cambio en la ley», afirmó McDonald. «Nos casamos como todos los demás, con nuestra propia fecha. Deseábamos poseerlo en una manera que se sintiera bien para nosotras, no en la forma en que nos obligue el panorama político».

La predominancia de matrimonios de lesbianas no es exclusiva de Massachusetts. Más mujeres que hombres contrajeron matrimonio en San Francisco cuando el alcalde de la ciudad permitió que se llevaran a cabo cerca de 4,000 matrimonios de parejas del mismo sexp durante seis días, el año pasado, hasta que la Suprema Corte de California dictó una ley que los anulaba. En Columbia Británica, donde el matrimonio es legal desde 2003, más de 1,100 parejas de mujeres se han casado, en comparación con 860 parejas de hombres.

Kate Kendell, directora ejecutiva del Centro Nacional para los Derechos de las Lesbianas, afirma que el matrimonio para las lesbianas soporta una carga menor en cierto sentido, debido a que la vida de las lesbianas es más inmune a los prejuicios culturales.

Crecí, y podía caminar por el centro de Utah, de la mano de mi movia, y las personas podían pensar que eramos amigas afectuosas», señaló Kendell. «Los hombres no pueden tomarse de la mano sin la reacción inmediata de que cometen una transgresión y son homosexuales. La gran mayoría de los crímenes de odio son cometidos en contra de mujeres operadas y homosexuales. Se cometen muchos menos en contra de lesbianas».

Para algunos hombres, podrían persistir razones prácticas en contra del matrimonio. Kenn Freed, un contador público certificado que es homosexual y asesora a muchos clientes como él en Boston, les aconsejó en el último año que evitaran el matrimonio, sobre la base de que es innecesariamente penalizado desde un punto de vista fiscal.

En cuanto a Freed, es poco probable que el matrimonio tenga un papel en su propio futuro. «Cuando pienso en todo esto, pienso en una caricatura de Nueva York, donde una pareja está leyendo un artículo acerca del matrimonio homosexual en el diario, y se preguntan: ¿Qué no han sufrido ya suficiente estas personas?»

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