¿Pretensiones de caudillaje carismático?

¿Pretensiones de caudillaje carismático?

PEDRO PADILLA TONOS
Algunos políticos, cuando llegan a detentar la más alta posición del Estado, cegados por su ambición de poder, pretenden poseer un caudillaje carismático, que los convierta en una especie de presidente monárquico, con el convencimiento de que son indispensables e insustituibles y de que son elegidos por Dios más que escogidos por el Pueblo.

Ese caudillaje carismático se caracteriza por una cualidad mesiánica, casi divina, que despierta un extenso apoyo popular emocional, que llega a la reverencia. El caudillaje tiende a fusionarse con el espíritu de nacionalismo y a quedar identificado con el Estado o a convertirse en un símbolo del mismo.

Especialmente en las naciones de escasa cultura, el dirigente carismático es para sus partidarios la personificación de la verdad; un ser que está más allá de los temores y ambiciones del común de los mortales; el instrumento escogido para la realización de los destinos nacionales, aunque actúe como si fuera ciego, sordo y mudo, que no mire a su pueblo, que no escuche a su pueblo y que no hable a su pueblo.

El caudillaje carismático es un fenómeno que a menudo se asocia con la creación o el desarrollo de una nación y la evolución de la conciencia nacional. Especialmente puede observarse en las sociedades aún en transición, como la nuestra, que todavía se caracterizan por el analfabetismo, la pobreza y la falta de tradición de un gobierno institucionalizado y representativo. En esas condiciones, esta clase de caudillaje puede ser benévolo y paternalista, llegando a crear un clientelismo irritante subvencionado con los dineros del pueblo, para beneficiar a todo el que sirva a los propósitos de mantenerse en el poder. Sin embargo, a medida que las expectativas del pueblo crecen y enfocan en el régimen sus demandas cada vez mayores, puede resultar irresistible la tentación del gobernante de acudir a la imposición autoritaria de valores, así como de soluciones de problemas, lo que puede dar por resultado una dictadura sumamente personalizada, aunque con etiqueta de ser democrática y constitucional.

Cuando el gobernante, para mantener su caudillaje, se ve obligado a emplear medidas cada vez más opresivas o pierde su carácter simbólico como dirigente llamado a resolver las inaplazables y crecientes necesidades de la población, puede dar lugar a una rebelión popular, pacífica o no, que tenga el propósito de establecer un régimen participativo y de libertad, encabezado por alguien humano, no divino, que conozca la realidad del pueblo y luche por resolver sus prioritarias expectativas.

Los intentos de poseer un caudillaje carismático con miras a perpetuarse en el poder, sembrando el culto a la personalidad y persiguiendo la reelección, reeditando vicios inmorales, políticos, sociales y económicos, que creíamos superados y que tanto daño han hecho en el pasado a nuestra sociedad y que le harán aún más daño en el porvenir, no son más que pretensiones irracionales de políticos que carecen del bagaje, la entereza, el valor y las cualidades de caudillaje carismático que tuvieron personalidades dominantes como Nehru en India, Mao Tse  tung en China, Nasser en Egipto.

¿Sueña alguien en la República Dominicana con tener un caudillaje carismático y pretender con ello permanecer por tiempo indefinido en el poder? Es mejor no soñar tanto. Aquí el caudillaje carismático no cabe. Lo que cabe, es ceñirse a lo que dispone la Constitución y dentro del período que ella señala, el gobierno de turno y el gobernante que lo preside, deben luchar para desterrar la pobreza, el hambre, el desempleo, la delincuencia, la corrupción, en un régimen de libertad y en un sistema de alternabilidad en el poder, obedeciendo al mandato del Pueblo, sin pretender ser un elegido de Dios.

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