Prevención

Prevención

El huracán Iván, que todavía está a considerable distancia de estas latitudes, parece tener a la isla que comparten la República Dominicana y Haití en su trayectoria hacia el oriente.

Aunque sería aventurero hacer desde ya afirmaciones categóricas acerca del grado de riesgo que corremos de ser azotados por esta perturbación, cometeríamos una omisión imperdonable si no tomáramos en serio esta potencial amenaza y, en consecuencia, pusiéramos en alerta nuestros organismos de socorro y sus mecanismos de prevención.

Es probable que los organismos de socorro tengan claramente definidas las zonas del país más vulnerables a los efectos de oleajes anormales, deslizamientos de tierra, inundaciones y ráfagas huracanadas. Esa definición, suponemos, permite diseñar planes de evacuación y socorro, o por lo menos de orientación para la prevención de daños.

Con los parámetros a la mano sobre posibles variaciones en la ruta y evolución de Iván, no hay forma de justificar que al cabo de unos días los organismos de socorro resulten sorprendidos por ocurrencias relacionadas con este fenómeno.

Sin aspavientos ni alarmas extemporáneas, pero con un claro criterio de prevención, hay que tener afinados todos los instrumentos que permitirían disminuir lamentaciones en el caso, probable a juzgar por los reportes meteorológicos, de que Iván o sus efectos colaterales lleguen a abatirse sobre territorio dominicano.

Salvando las enormes diferencias, tomemos el ejemplo de las autoridades de La Florida en lo que concierne a prevención ante el paso inminente del huracán Frances. Nuestra Comisión Nacional de Emergencia ha dado sobradas muestras de que es un equipo funcional, que responde adecuadamente cuando la situación lo requiere. No está de más que le demos a ese equipo uno que otro ajuste para que esté bien afinado. Si llegara Iván, que no nos atrape desprevenidos; si no llegara, enhorabuena para todos. Recordemos que la mejor medicina no es la que se aplica, sino la que se logra evitar.

Preocupaciones

La ejecución de siete personas en una casa en construcción en la ciudad de Navarrete se suma a una cadena de hechos de sangre, conexos o no, que indican cuán altos son los niveles escalados por la criminalidad en nuestra sociedad.

Refleja, y eso es grave, que nuestra población siente comprensibles temores, hasta el grado de callar la existencia de puntos de ventas de drogas o madrigueras de delincuentes. En el caso de Navarrete ahora, consumada una ejecución, es cuando se viene a afirmar que el lugar donde fue consumado mel crimen -una casa en construcción- era un centro de distribución de drogas.

Hace poco, en pueblos de la Línea Noroeste fueron encontrados cuerpos de jóvenes ejecutados a la usanza de la mafia. Y mucho antes, en la capital, se habían producido atentados cuyas características insinuaban macabros mensajes.

Las autoridades tienen que investigar muy a fondo estos sucesos y la modalidad que los caracteriza. Pero más que todo, hay que despertar en el ciudadano la confianza de que puede denunciar sin riesgos la existencia de madrigueras de bandas, puntos de distribución o venta de drogas y todo cuanto pueda degenerar en crímenes tan preocupantes como las ejecuciones de Navarrete.

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