Preventivos y las tragedias en las cárceles

Preventivos y las tragedias en las cárceles

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Periódicamente los dominicanos nos horrorizamos con las tragedias que sacuden a las cárceles, en que la muerte de decenas de seres humanos nos conmueve por algunos días, y luego, se olvida la magnitud de las mismas hasta que llega la próxima cárcel que es pasto de las llamas y abofetea la supuesta civilidad y modernidad del país. Lo ocurrido en Higüey el pasado día 7 ha impactado más que las otras tragedias, por la enorme cantidad de hombres muertos y de como la irresponsabilidad y complicidad de las autoridades de ese penal atizaron el desastre que se produciría por la costumbre, que es común a todas las cárceles, de darle apoyo a las bandas que dominan esos recintos en complicidad con las autoridades de turno en las mismas.

El hecho de que algunos de los presos portaran pistolas y tenían líquidos inflamables en las celdas hace presumir que se anticipaba y se incubaba ese desastre para una fecha determinada, para eliminar a algunos de los rivales, o hasta se especuló que era para acallar a quienes fueron actores de casos muy explosivos de drogas y de violación de menores.

La comisión que investigó la tragedia asumió su responsabilidad y de inmediato dispuso la remoción de la dotación policial que estaba en ese recinto carcelario higüeyano, y ahora muchas son las excusas que se prestarán al país, sin que al final de cuentas los verdaderos culpables sean castigados severamente por esas 136 muertes.

La sobrepoblación que afecta a las cárceles es un caos de preocupación internacional, y por más que se nos acuse y se nos señalen las prácticas antihumanas para tratar a los presos, aquí ni nos enteramos hasta que llega una tragedia que ocasiona muchas víctimas, para que todos nos demos golpes en el pecho y anunciar que se tomarán los correctivos de lugar, y como es natural, que se construirán nuevas cárceles más modernas y hasta se dice que más humanitarias.

La triste realidad de las cárceles descansa en que la justicia y los trámite burocráticos para juzgar a la enorme población penal de los preventivos es algo de espanto y de vergüenza, ya que hay casos de muchos de esos presos que si hubiesen sido juzgados y condenados, su pena no resultaría mayor a la que llevan encerrados en esos antros de destrucción de la condición humana de seres vivientes, que si bien delinquieron, al menos existía la posibilidad de la regeneración, pero aquí esa tarea es imposible por más que se anuncien esos programas muy bonitos, que hasta fílmicas y fotos se ofrecen a los medios de comunicación de presos graduándose de algunos oficios que aprenden en las cárceles.

Antes que pensar en construir nuevos recintos carcelarios, se debe considerar que esa acción revela una incapacidad de los gobiernos para controlar y disminuir la delincuencia y se debería asumir un propósito firme de trabajar para acudir a esos recintos superpoblados y determinar las condiciones de los miles de presos preventivos. De seguro que en menos de seis meses, muchas cárceles estarían descongestionadas y hasta se les podría dar un mejor trato a los presos, en especial en sus condiciones de vida y en el suministro de alimentos y medicinas.

Hay una timidez de años para hacerle frente con responsabilidad al caso de los reos preventivos. Las autoridades judiciales de cada período constitucional anuncian programas y propósitos de enmienda, pero por alguna razón oculta no se llegan a instalar esos tribunales en las cárceles para juzgar y conocer esos casos, que en la mayoría han cumplido la sentencia que se les impondría por el delito cometido, que en algunos casos, se trata de simples multas, pero por no tener dinero o parientes conocidos, el infeliz preso se pudre lenta e inexorablemente en esos calabozos de mala muerte que denigran la existencia de un régimen penitenciario justo y humano.

Por encima de cualquier modernidad que se quiera establecer en el país y hasta en emprender acciones ineludibles para atacar a la pobreza, la situación de los presos debe merecer una atención más fluida y urgente a la actual, para que, luego de limpiar las cárceles de los preventivos, se proceda a su reconstrucción y saneamiento de las edificaciones, llevando al sistema carcelario a ser algo menos aterrador y vergonzoso de lo que es ahora, y ha colocado al país en el último lugar del sistema carcelario continental. No esperemos a que ocurra la próxima tragedia carcelaria, que arroje otro número de víctimas similar al contabilizado en Higüey, para entonces, a la carrera, buscar paliativos y acallar las conciencias.

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