Consumada la precaria previsión que por décadas ha exhibido el país para defenderse de las cada vez más inclementes fuerzas de la naturaleza, tanto en el ordenamiento territorial como en inversiones en infraestructuras resilientes, y recibido el pronóstico de la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de que la temporada de huracanes, a punto de iniciar en el Atlántico, será muy activa (con entre 13 y 19 tormentas, de las que entre 6 y 10 llegarían a ser huracanes), debemos abrigarnos en la esperanza de que el paso de los meses sea sereno y logre diluir las violentas embestidas de las lluvias y los vientos.
Pero, como las muertes y las pérdidas en la economía que año por año están causando estos fenómenos de la naturaleza no sólo son obra del destino, sino, también de cómo nosotros lo construimos, no está demás que aprovechemos los vaticinios para que hagamos lo que nos corresponde.
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Lo primero es hacer conciencia hasta al convencimiento de que somos uno de los países más vulnerables al cambio climático y que durante los últimos años hemos recibido evidencias inequívocas de que es así (hay quienes estiman que sólo los daños causados por eventos hidrometeorológicos representan aproximadamente el 0.69 % del PIB anual del país).
Para muestra un botón: las inundaciones de noviembre de 2023 causaron 34 muertes, desplazaron a 37,000 personas y generaron pérdidas económicas significativas.
Además, se estima que las aseguradoras desembolsaron más de RD$10,000 millones en siniestros relacionados con inundaciones y daños a propiedades entre 2022 y 2023, a pesar de que la penetración del seguro en el país es baja (solo alrededor del 5.5 % de las viviendas están aseguradas y aproximadamente el 25 % de los vehículos cuentan con cobertura contra inundaciones).
Esa realidad nos obliga a dar cumplimiento a la Ley de Ordenamiento Territorial, Uso de Suelo y Asentamientos Humanos, aprobada y promulgada el 22 de diciembre de 2022. Es una tarea que requiere de mucho esfuerzo e inversiones, dado el lastre que arrastramos por décadas, al conducirnos por un camino por el que se nos dificulta avanzar por todo lo que se ha acumulado en el, sin que nos diéramos cuenta.
Todo no ha sido imprevisión, también está la limitante que debemos superar de un Estado tal débil financieramente, que sólo ha podido invertir en infraestructura alrededor del 2 % del PIB, porque la mayor parte de los recursos ha sido usado para financiar urgencias, cuando lo recomendable es invertir al menos el 5 % del PIB.
Hagamos que los daños provocados por la naturaleza se limiten a lo que el destino nos tiene reservado y que no alcancen la magnitud agravada a la que puede llevarnos la falta de previsión.