Primarias abiertas y supervisadas:
Triunfo para la democracia

Primarias abiertas y supervisadas:<br/>Triunfo para la democracia

TIRSO MEJÍA-RICART
La celebración el pasado 28 de enero de las elecciones primarias presidenciales del Partido Revolucionario Dominicano, para el año 2008, constituyó un hito histórico en el desarrollo de la democracia electoral dominicana, tal como consignó el propio presidente de la Junta Central Electoral.

Independientemente del resultado de esa consulta, que por cierto fue adverso a la candidatura que yo apoyaba, la organización de dicho evento con las garantías que conquistó la Corriente Unitaria con sus demandas; la supervisión de la Junta Central Electoral, el uso de las escuelas públicas y un Padrón prácticamente abierto, permitieron minimizar las dificultades que normalmente tienen esos procesos en los partidos políticos, ayudando a legitimar sus resultados y por tanto a favorecer la unidad del partido y las posibilidades de triunfo del candidato ganador, ingeniero Miguel Vargas Maldonado, a quien extiendo mis felicitaciones, porque además dirigió una precampaña bien eficaz.

El inicio del siglo XXI marcó el fin de una etapa de larga transición hacia la democracia desde la tiranía trujillista, caracterizada por la vigencia de tres grandes líderes carismáticos de gran lucidez intelectual: Balaguer, Bosch y Peña Gómez, que gravitaron poderosamente sobre el cuerpo social de la Nación, quienes fueron capaces de desarrollar partidos fuertes, y no obstante sus grandes diferencias, negociar cambios y superar crisis políticas que parecían insalvables, lo que permitió preservar la paz social y el crecimiento sostenido de la economía durante cuatro décadas; aunque no se produjo un desarrollo equilibrado, ni un liderazgo de recambio preparado para los nuevos tiempos por venir.

La desaparición de esos líderes ha producido importantes dificultades en sus organizaciones políticas para definir candidaturas viables con nuevos liderazgos sin traumas, gestándose divisiones que atentan contra su estabilidad y supervivencia.

Las cúpulas partidarias residuales han pretendido hegemonizar todas las candidaturas y cuotas de poder de esas organizaciones, sin dar oportunidad al surgimiento de nuevos valores. Y se quedaron sin mecanismos de arbitraje interno para evitar que se manipulen convenciones y “elecciones primarias” que legitimen sus aspiraciones de poder.

Aún cuando el PLD logró en 1996 elegir a su candidato Leonel Fernández por escaso margen con el apoyo de Balaguer en el año 2000, su cúpula dominante trató de imponer a su candidato favorito mediante prácticas “non sanctas”, que llevaron a ese partido a perder esas elecciones con un humillante 24% de los votos; y el PRD consiguió elegir en el 2000 a Hipólito Mejía como su candidato, quien ganó por gran mayoría, aunque tuvo que entregar a uno de los precandidatos, el cargo de presidente del Partido para evitar que éste “le echara un pelo en el sancocho”, tratando de desconocer la validez del proceso interno; y más tarde el grupo ganador se adueñó de los principales cargos electivos en el 2002 y de la repostulación presidencial para el 2004, que culminó en una derrota aplastante frente al PLD, 57% a 32%; en tanto, el PRSC fue incapaz de arbitrar sus primarias del 2003, lo que produjo una grave fractura de su militancia y dirigencia, que terminó con un fracaso electoral que redujo su caudal de votos a solo un 8% del total computado.

En el año 2006, la falta de primarias confiables y la “discrecionalidad” de los altos dirigentes en la selección de los candidatos afectó grandemente la credibilidad y unidad del PRD y el PRSC.

Sin duda las elecciones primarias abiertas y supervisadas no resuelven todos los problemas de los partidos políticos dominicanos, ya que éstos cargan el lastre del caudillismo, el clientelismo galopante, el “tiguerismo” y la falta de requisitos de formación política de su cuadros y activistas, que es necesario erradicar, pero la mayor transparencia de los procesos internos de definición de liderazgos y candidaturas permite alentar la esperanza de los perdedores de recuperar el terreno perdido para próximos eventos electorales.

No se puede caer en la ingenuidad de creer que las elecciones democráticas son sinónimos siempre de la selección de los mejores, pero por lo menos estos eventos permiten a los partidos y a los pueblos enmendar sus posibles errores para próximos torneos comiciales, y a los perdedores mejorar sus estrategias y tácticas para el futuro.

A diferencia de lo que hizo la anterior Junta Central Electoral, que contribuyó a satanizar en su momento la anulada Ley de Elecciones Primarias 286-04 con presupuestos abultados de dudosas intenciones y declaraciones contradictorias, la actual asumió parte del problema con un reglamento basado en la Ley 275-97 vigente, y con un presupuesto reducido contribuyó al éxito de las primarias del PRD y está en camino de hacer lo propio con las del PLD y el PRSC.

Claro que en esta ocasión la crisis dentro del PLD por la nominación presidencial, contribuyó a que la cúpula de ese partido comprendiera mejor las virtudes de una elecciones primarias supervisadas para nuestro sistema político…y apoyo esa acción de la JCE en lugar de criticar la ley que existía, como en el 2005.

Ojalá que en este caso se consiga por ley unas primarias abiertas, supervisadas y simultáneas para todos los partidos, de manera que en lo adelante la fecha y duración de las campañas internas se controlen para reducir su incidencia negativa en cuanto su costo y prolongación, eliminando de paso el ejercicio de más de un sufragio por los electores en la selección de las candidaturas.

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