Primer año de la Constitución

Primer año de la Constitución

La Constitución cumple hoy su primer año. Aún sin haber concluido las adecuaciones jurídicas que el estatuto de nación dispone, ya hay grupos continuistas empeñados en ver  cómo y por dónde pueden reponer  la reelección presidencial, expresamente proscrita.

La Constitución entró en vigencia en una época de gran debilidad institucional, y aunque se ha proclamado que su esencia tiene el objetivo de fortalecer la institucionalidad, el afán de manipular su texto para propósitos grupales obliga a dudar que así sea. Probablemente ninguna otra Constitución del país haya sido sometida a tanto vapuleo en tan poco tiempo de vigencia.

El mejor esfuerzo de las fuerzas vivas de la nación debe ser el de abogar con toda la fuerza posible porque la Constitución sea un instrumento inconmovible, susceptible de cambios solo y únicamente cuando una causa nacional así lo aconseje.

Los países de más sólida institucionalidad tienen en común su vocación por mantener intacto y respetar a plenitud el estatuto de nación. En cambio, en el caso nuestro, ha habido siempre  vocación por violar o manipular al antojo el espíritu de la Constitución, para acomodarla a las inclinaciones de grupos de poder.

El país tiene que levantar la voz para poner freno a las tendencias reformadoras que debilitan la institucionalidad en vez de apuntalarla, como debe ser.

 

La herencia que debemos acoger

La grandeza de los principios estriba en que sobreviven a los hombres que los han sustentado, y máxime si hay un pueblo dispuesto a asumirlos como bitácora de vida.

 En nuestras luchas patrias de hace siglos fueron unos principios impulsados por Juan Pablo Duarte los que permitieron que conquistáramos una nacionalidad y constituyéramos un Estado libre e independiente.

Duarte nació un día como hoy de 1813 y falleció  el 15 de julio de 1876. Su vida duró 63 años de edad. Su ideario, en cambio, continúa vivo.

 Si algo le ha faltado al país después de la independencia, ha sido dar continuidad a la obra de Duarte en base a los principios políticos y morales que él enarboló en la construcción de una nacionalidad digna, moralmente fuerte e independiente para este pueblo. Es la herencia que debemos acoger, predicar y aplicar en cada acto.

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