Primer domingo de enero

Primer domingo de enero

Quiero desearles a todos un venturoso 2010. El domingo tiene un encanto especial, no se parece a ningún otro día, por eso debo reconocer que me siento muy complacido de  nuestros “conversatorios” dominicales, hay más tiempo para la lectura, no se tiene la premura de otros días, al ser de descanso es muy relajado. El domingo, del latín –dominicus dies-, día del Señor. Para los cristianos es tradicionalmente el séptimo día de la semana, aunque lógicamente debía ser el primero, porque se consagra una nueva semana al Jesucristo que resucitó después del “sabbath”.

Sé que es por igual para muchos un día de militancia religiosa, para hablar con su Dios,  admito que no tengo la capacidad de otros muchos, declaro que tal vez por mi inopia no logre vislumbrar toda la magnitud que esta palabra encierra,  pero él y yo somos grandes amigos. Como soy un simple humano, mortal y creyente, pues nadie puede vivir feliz con un vacío existencial, soy respetuoso de todas las creencias que propugnan espiritualidad, independientemente de su enfoque privativo.

Por ser domingo, es que pretendo siempre, no sé si lo logro con  la frecuencia deseada,  que mis colaboraciones sean una mezcla de: ciencia, neuronas, recuerdos, utopías, y alborozos familiares, espero no ser tan frugal como el alimento de un asceta, ni tan insubstancial que pueda parecerme a lo gaseoso de lo frívolo. Notaran los amables lectores que escribo en primera persona, debo reconocer que no le temo al “Yo”, lo asumo como una acción legitima que me permite transmitir mi propia opinión frente al lector sin comprometer a nadie más, sólo a mí mismo. Tengo la suerte de escribir únicamente sobre las cosas que a mí me interesan. He aprendido a mis años, que cuando no puedo decir algo bueno de una persona, mejor callo. En lo posible, trato de que lo que escribo –hoy-, en el Hoy, no sea mañana motivo de arrepentimientos, ni de alteración de mi plácido sueño.

El domingo tiene otros encantos, y es que le confiere a lo cotidiano un sentido profundo, un aura misteriosa a su serenidad, por eso es propicio para la reflexión, para meditar en conversación interna. El día que usted puede andar despojado, regodearse en la cama, holgazanear, o degustar con deleite ese libro que no leímos por el fragor semanal. El libro que algunos llaman el pensamiento posado y reposado sobre el papel, tiene la estampa del acompañante, usted lo siente como un verdadero cómplice, con el que se puede “hablar”, son una serie de elementos que no son tan fáciles de sustituir. Como esa novia primera, tiene continuidad, permite el reencuentro y tiene la perseverancia del existir. Es muy diferente, sin restarle la gran utilidad al Internet, -yo sigo enchapado a la antigua-, este gran adelanto de la humanidad todavía no logra producirme la “emoción astral” que siento cuando disfruto los libros como unos objetos reales, cuando acaricio tiernamente sus páginas, cuando los garabateo para hacerlos “propios”, cual  cáliz encantador con vino celestial.

Del domingo, creo que su máxima importancia es el -diálogo familiar-, fortalece los lazos del entendimiento colectivo, es día de la familia. Cada domingo, la presencia tutelar permite enfatizar en la educación y buenos ejemplos formativos de padres a hijos. Disfrutemos  plenamente este primer domingo 2010.

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