CHINA. El parque de Haidian, en el noroeste de Pekín, reabrió a principios de este mes sus puertas con innovaciones que lo convierten, de la mano del gigante tecnológico chino Baidu, en el primer “parque inteligente” de recreo del mundo.
Tras diez meses de remodelación y una inversión conjunta entre Baidu y las autoridades locales de casi 30 millones de yuanes (4,3 millones de dólares), el parque abrió el pasado día 1, y desde entonces más de 60.000 personas lo han visitado.
Al entrar en el parque -muestra de la apuesta de China por la inteligencia artificial- sorprende ver cómo un pequeño autobús, más alto que largo, cruza sin pasajeros en su interior y a muy baja velocidad por delante de una marquesina donde esperan los visitantes.
Este minibús sin conductor es el primero del mundo que alcanza el nivel cuatro de conducción autónoma en una escala de cinco, en la que el máximo rango sería un sistema completamente capaz de conducir como lo haría un humano.
El ‘Apolong’ -parte del programa de desarrollo de vehículos autónomos de Baidu, llamado Apollo- va a unos 10 kilómetros por hora y necesita todavía algunas órdenes a través de una tableta, aunque es capaz de detectar y esquivar a los peatones que se cruzan en su camino.
“Es muy interesante y no es algo común”, cuenta a Efe Gao, un joven que ha venido a echar un vistazo después de ver un reportaje en la televisión.
Las innovaciones también incluyen un circuito con cámaras que sigue a los corredores y controlan sus tiempos, un pabellón inteligente con un guía robótico que muestra el perfil medio de las más de 15.000 personas que lo han visitado desde el día 1 o una plataforma de realidad aumentada para practicar taichí con una cámara que enseña a corregir las posturas.
Una mujer de 62 años llamada Zhu termina una sesión de taichí con una muy buena puntuación y, con una gran sonrisa en la cara, asegura a Efe que le “ha gustado mucho” y que vendrá “más a menudo” para volver a practicar este arte marcial, una de sus antiguas aficiones.
En la otra cara de la moneda encontramos a Robert Wang, un joven chino de 14 años que explica a Efe que se esperaba algo más.