Primer y cuarto poder

Primer y cuarto poder

DARIO MELENDEZ
La equidad y el criterio unifican las sociedades, la opinión pública juega un papel preponderante en el comportamiento moral del individuo y de todo el conglomerado social; el «qué dirán» orienta al mundo hacia la conducta individual, que demanda una sana convivencia. Si las reglas son acatadas y aplicadas como corresponde y corresponde a los jueces, así como a la opinión pública disponer que se respeten las normas, leyes escritas y no escritas que las sociedades establecen para vivir en comunidad, las sociedades se estabilizan y la convivencia se mantiene.

Habitualmente se considera los jueces, policías o agentes puramente represivos, destinados a condenar, no a orientar para evitar tener que sancionar. Al considerar su misión puramente represiva y correctora de hechos consumados, no orientadora de la moral y las buenas costumbres, se desnaturaliza la verdadera misión de la justicia. Se descuida la orientación, se pone el juez al servicio de la mezquindad y la inquina, con sólo aplicar corrección y no tutela al delito consumado, llenando de descarriados las cárceles, las cuales bien podrían estar vacías; el Estado, en vez de orientar reprime; si orientara, dando apoyo moral y material a jueces idóneos cuya actuación sirviera de ejemplo a la ciudadanía, la nación se mantendría estable.

Un juez es paterfamilias en su jurisdicción, su carisma y autoridad moral resplandecen cuando su justicia es reconocida y respetada por la población, que admite y aprecia la ortodoxia e imparcialidad, así como su laboriosidad y diligencia para atender y resolver los casos que se le encomiendan.

Hay jueces que actúan muy bien, desempeñan sus funciones a cabalidad y cumplen una encomiable misión social, pero se les mantiene en el anonimato, su valiosa labor no se conoce; otros no tan ortodoxos ni idóneos, mediocres y hasta parciales se sienten mal ante los verdaderos árbitros de la conciencia ciudadana; su actitud se asemeja al obrero indolente que pide a compañeros de trabajo no ser tan diligentes y esmerados para que no lleguen a opacarle en su labor ni se le exija que se iguale a sus compañeros.

Ya en el país se han llegado a reconocer escasos pero auténticos magistrados y magistradas, pero hay muchos más que merecen reconocimiento, juristas que por su rectitud e idoneidad han hecho un nombre bien merecido, no obstante, se les mantiene al mismo nivel moral que otros, no tan honestos y confiables en sus laudos y hasta parciales en sus decisiones, los cuales merecen mantenerse en el anonimato y hasta radiarles del selecto núcleo de los respetables.

A la prensa, Cuarto Poder del Estado, corresponde realizar una labor de reconocimiento de jueces que se destacan por su rectitud en el desempeño de las funciones judiciales, sus nombres respetados en cada sector, debe darse a conocer y recabar el apoyo moral que merecen, para que su fama merezca el respeto que le corresponde y el magistrado o magistrada disfrute el aprecio y la confianza que por su actitud merecen. La consideración y el respeto que corresponde a un juez o jueza competente y cabal, debe darse a conocer en todo el ámbito local e internacional, su fama es un galardón que no debe escatimarse a quien lo merezca, reconocimiento que ha de servirle de aliciente e incentivo para preservar su intachable conducta, siendo candidato a ocupar las más altas instancias de la judicatura y de organismos internacionales como la ONU, la OEA, etc., su nombre figurar en el rol de los laureados, sin que se adocene en alguna tendencia de las que se estilan alrededor de jerarcas.

La labor de investigación y reconocimiento de la justicia corresponde a la prensa realizarla, exponer a la sociedad y al mundo los miembros de la judicatura que merecen, ser revestidos de la autoridad moral que son acreedores, en el medio local y en todo el mundo civilizado.

La función de juez es la más alta dignidad que existe.

Descuidar el reconocimiento que merece un buen árbitro, soslayar la autoridad moral y el mérito que le corresponde, como juez responsable e imparcial, constituye dejar la justicia al servicio de la mediocridad y la delincuencia, un juez acreditado no puede confundirse en sus funciones con los irresponsables, ladinos y fulleros, como hay muchos en todo el servicio judicial del país, contrastando con la nobleza y dignidad de jueces serios y respetables, cuya conducta debe resplandecer como un fanal.

Para que la justicia prevalezca es imprescindible que los togados, que ejercen digna labor arbitral, sean públicamente reconocidos por su capacidad e intachable responsabilidad, misión que corresponde realizar al Cuarto Poder del Estado, en nombre y representación de la sociedad, cuya opinión pública sustenta y mantiene informada, juicio que le corresponde proclamar a todo pulmón, siendo la sociedad la llamada a juzgar a sus árbitros y la opinión pública dar a conocer el autorizado juicio popular.

La paz y la justicia la imponen los jueces cabales, auténticos árbitros de la conducta ciudadana; para mantener y sustentar esa conducta, precisan los laureados, contar con el apoyo moral de la sociedad en su conjunto y el reconocimiento de su fama y capacidad para impartir justicia y ocupar, por escalafón, los puestos relevantes del estamento judicial. Sus nombres han de repercutir internacionalmente y su currículum aparecer en publicaciones de jurisprudencia mundial por los reconocidos y autorizados laudos que imparten, los cuales han de merecer mención y reconocimiento universal.

Corresponde a la prensa nacional e internacional escudriñar la conducta de los jueces, aquilatar su ejercicio profesional dando seguimiento a sus labores, las cuales han de ser imparciales, públicas y contradictorias, sin mirar amigos ni enemigos, llevando con dignidad y desapacionada equidad el sano criterio y la satisfacción del deber cumplido.

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