Primero entre sus semejantes

Primero entre sus semejantes

Este país tan especial, de asombro y espanto, aunque creemos haber perdido la capacidad de asombrarnos, parece que los dominicanos estamos hechos de un manantial insecable que nos devuelve la capacidad de asombro… y hasta de espanto ante determinados acontecimientos.

Leyendo el periódico Hoy de fecha miércoles 26 de noviembre, del cursante año, nos encontramos en la página 4, en la sesión «el país», un reportaje sobre una convocada y ruidosa protesta -con su bloqueo de tránsito, como telón de fondo- para reclamar la perentoria «necesidad nacional» de que se limpie el drenaje de la avenida México con calle Salcedo, del sector San Carlos. Esta protesta organizada por el cura de la iglesia San Felipe Diácono, José Luis Hernández, y su pastoral feligresía en rol terrenal de protestantes, da la sospecha más bien de que la razón oculta por parte del cura es la búsqueda de la cámara de video y los flashes de los fotoreporteros, después de la notoriedad que adquirió recientemente con su combate a los bandoleros de San Carlos, que habían amenazado con matarlo por su valiente denuncia de las fechorías de estos antisociales.

Pensamos ésto, y no la versión que motivó la protesta con su interrupción del tránsito por la vital vía, de que se forma una laguna -por más brazo de mar que parezca- frente a su feligresía, porque si un problema municipal provoca este tipo de alteración del orden público, con la consecuente irreverencia a la figura del presidente de la República por parte del párroco Hernández, entonces que baje Dios del cielo porque nosotros no lo entendemos.

La publicitada laguna de la avenida México, que estos días se ha mencionado tanto como las inundaciones del Cibao y la Línea Noroeste, es leitmotiv para el pimentoso cura mantener vigente su zona pastoral. Está bien, esto lo comprendemos. Más en un país donde a la suerte le llaman chepa y al peso tolete.

Pero lo que no comprendemos es que un conductor de almas, que conoce las implicaciones éticas y hasta la violación a la ley de expresión y difusión del pensamiento utilice este irrelevante acontecimiento para irrespetar la figura del Primer Magistrado de la nación, calificándolo de «el charlatán más grande que hay en este asunto, porque él pasa por aquí y conoce de ésto».

Cuando una sociedad llega a un punto en que sus dirigentes -políticos, educadores, teólogos, expertos de la conducta humana, etcétera- descienden a la más baja condición humana se ha perdido todo. Porque un pueblo es -decía don Juan Bosch- lo que son sus dirigentes.

Si partimos del criterio del padre Hernández, que no está de más recordar que tiene una moderna parroquia, en un céntrico sector capitalino, a 500 metros del Palacio Nacional, es capaz de alterar el orden público e irreverenciar la figura del presidente de la República por «una lagunita» frente a su parroquia, )qué no harían los curas de los sectores marginados, del campo y la ciudad, que su día a día es enfrentar la pobreza más extrema, el hambre y la desnutrición, la mortalidad infantil, el desempleo, y otros patéticos etcéteras que convierten a estos sacerdotes en verdaderos apóstoles de Dios en la Tierra?.

Pero, es triste reconocerlo, un presidente «atípico», que le vive faltando el respeto a sus gobernados, que usa términos tan soeces que la prensa -esa prensa que él sistemáticamente ataca, calificándola de enemigo de su gobierno- benignamente borra o edita para mantener la solemnidad del Presidente de la República, «el primero entre sus ciudadanos».

Pero a veces esa prensa, cuyo fin es buscar la noticia donde se produzca, se ve compelida por hechos y palabras desbordantes, como los acontecidos en la escandalosa entrevista al periodista mejicano Jorge Ramos, de Univisión, donde nuestro presidente -Hipólito Mejía- le dice al entrevistador, después que termina la entrevista que le pregunte a la oposición si es homosexual.

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