Primeros pasos difíciles con Google Glass

Primeros pasos difíciles con Google Glass

NUEVA YORK. Con la forma de una torcida diadema para el cabello, los Google Glass son una modesta pieza de tecnología cuando uno los sostiene en las manos. Al probar su flexibilidad, se siente casi como si uno los fuera a romper.

Sin embargo, al colocárselos, es otra historia. Una vez que uno lo hace, estos anteojos conectados a internet adquieren vida propia. Uno se convierte en “La persona que está usando Google Glass” y en todas las suposiciones que conlleva su posesión, respecto a la riqueza de uno, descortesía o curiosidad.

Ese es el destino de los primeros usuarios de nueva tecnología, como lo fue el Walkman de Sony, el primer iPod con sus llamativos audífonos blancos, o el motopatín Segway.

Google llama “exploradores” a quienes usan sus Glass, porque el dispositivo no está disponible aún para todo público. Con su precio de lista de 1.500 dólares, el aparato está lejos de ser atractivo para las masas.

En el festival tecnológico realizado esta semana en Austin, conté menos de una decena de personas utilizándolo, incluido el bloguero especializado en tecnología Robert Scoble, quien sin timidez alguna coloca en su blog fotos de sí mismo en la ducha usando sus Google Glass. Google, al igual que la mayoría de las compañías tecnológicas exitosas, soñadores e inventores, gusta de tomarse su tiempo con las cosas.

A algunos de sus proyectos más estrambóticos los llama “lanzamientos a la Luna”. Entre éstos, además se Glass, se encuentra el automóvil sin conductor, globos aerostáticos que proveen servicio de internet en áreas remotas del mundo y lentes de contacto que monitorean la glucosa en los diabéticos.

Sin embargo, existe un riesgo inherente en los lanzamientos a la Luna: ¿Qué pasa si nunca se llega a la Luna?

Dentro de 10 años podríamos estar echando una mirada atrás a Google Glass considerándolos como uno de esos puentes de corta vida que nos llevan de un gran adelanto tecnológico al siguiente, justo como los buscapersonas, reproductores MP3 y asistentes digitales personales abrieron camino a la era de los teléfonos multifuncionales.

En su actual versión inicial, los Google Glass se sienten voluminosos en mi cara y cuando me veo en el espejo observo un telemercader del futuro mirándome. Usándolos en el tren subterráneo mientras un indigente atraviesa el vagón pidiendo dinero me hace sentir como si trajera puesta una tiara de diamantes. Me hundí en el asiento mientras él pasaba.

Si Google tiene la intención de que sea atractivo a las multitudes, las versiones siguientes de Glass deben ser mucho más pequeñas y menos llamativas. Aunque nadie sabe con certeza dónde nos conducirán los dispositivos que se pueden llevar puestos, Rodrigo Martínez, jefe estratega de ciencias de la vida de la compañía de diseño del Valle del Silicio IDEO, tiene algunas ideas.

“La razón por la que estamos hablando de dispositivos para llevar puestos es porque todavía no estamos en la etapa de implantables”, afirmó. “(Pero) yo estoy listo; otros están listos”. Olvidémonos de implantes, ni siquiera estoy segura de estar preparada para Google Glass.

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