Primitivismo y modernismo en política y negocios

Primitivismo y modernismo en política y negocios

El día que murió el último taino se buscó en derredor a alguno que le diera sepultura de acuerdo a los ritos tribales, pero sólo habían mestizos y mulatos bautizados, y negros criollizados. Gentes que ya sabían que no tendría resultado el reclamarle a la buena reina católica que les devolviese la tierra de sus antepasados, y que, habiendo visto desvanecerse los esfuerzos de Montesinos y Las Casas, decidieron “buscárselas” como fuese posible.

Así, se ha desarrollado una gran diversidad de modos de participación en la economía, la sociedad y la política criollas.  Entre los  modos de buscárnoslas hemos desarrollado modelos de negocios distintivamente marcados por lo que José Dunker y otros definen como la “psicología del tigueraje”, de mucha maña y poco esfuerzo, bajo la excusa de somos los herederos legítimos de los abusados aborígenes; proliferando así, a conductas tales como el allante, el figureo, el artitismo, pero, preferentemente, el activismo político clientelista, invirtiendo tiempo y dinero en varios candidatos, con sumas mayores o menores según las posibilidades de beneficio de las inversiones. Abundan los apostadores que solo invierten en “seguros ganadores”, También hay “apostadores duros”, que no admiten perder, a quienes hay que buscarles “lo suyo” a como dé lugar. Existe el apostador tipo “gallero” quien, colocando su mayor apuesta al ganador, establece un “seguro” con otro que apuesta a otro candidato y entre ambos apostadores “se libran”, esto es, se garantiza la recuperación de la suma invertida. Finalmente, ganadores y perdedores, paradójica e increíblemente, ¡todos ganan! 

Pero, en general,  nos seguimos pareciendo a los tainos, intercambiando trabajo y bienes, no por espejitos, sino por espejismos, por jepetas, lujos superfluos y trivialidades del mundo consumista, que no mejoran  la calidad de vida. Hemos convertido a las grandes metrópolis en nuestra Meca y a los centros comerciales en catedrales en donde se rinde culto a la civilización de las burbujas financieras y a las espumas del estatus y el dispendio. Entregamos nuestras playas a los extranjeros, ya sean inversionistas o turistas, y nuestras tierras están cada vez más en manos extrañas. Nuestro trabajo, durante siglos, pagado en forma desventajosa en cuanto a términos de intercambio: les vendemos barato el cacao y les compramos caros los chocolaticos.

Hubo un día en que el cacique se presentó ante los invasores y les propuso sembrarles la isla entera de yuca (para que se jartaran y se largaran, quizás) en vez de buscarles oro en ríos y montañas, lo cual no le parecía juicioso. Un criollo fuñón fue a España a vengar desde la cama, las violaciones a indias y negras. Pero “las españolas se reían, porque no sabían nada de esta historia”. (Apolinar Núñez).

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