¿Prioridades residuales?

¿Prioridades residuales?

Los políticos, una vez que asumen cuotas de poder, enfocan su atención por hacer obras  que resulten visibles para los gobernados. Prefieren los puentes, edificios, elevados, túneles y toda aquella estructura que llame la atención. Las asumen como prioridades porque aportan fuerza al clientelismo. Y las obras que no se ven, como alcantarillado sanitario y cosas parecidas, pasan a ser especies de “prioridades residuales” por las que no se tiene tanta predilección, aunque son tan necesarias como las obras deslumbrantes.

Ese estilo de asumir las soluciones estructurales en función de su visibilidad es lo que explica que a estas alturas el 70 por ciento de las aguas residuales del Distrito Nacional  y la provincia de Santo Domingo vaya a parar al subsuelo a través de pozos filtrantes y que el  alcantarillado sanitario apenas cubra un 30 por ciento del territorio. Estas proporciones no son un invento nuestro, sino datos aportados por el ingeniero Freddy Pérez, administrador de la Corporación de Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD).

Los gobiernos que ha tenido el país, incluyendo el actual,  jamás han invertido lo necesario para que haya  alcantarillado pluvial y sanitario funcionales. Es que se trata de  obras soterradas, sin efecto visual, difíciles de exhibir como piezas de marketing  político. Son, por así decirlo, especie de “prioridades residuales”.

Profilaxis permanente

Las instituciones castrenses y la Policía Nacional deben evitar por todos los medios la práctica de aplicar el traslado de personal como sanción por faltas cometidas. Deben evitar también que gente excluida de organismos como la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) por haber incurrido en inconductas, retornen a las instituciones de origen como si nada hubiese ocurrido. Ha sido una práctica reiterada el traslado de dotaciones policiales o militares involucradas en actos reñidos con las reglas.

Estas recomendaciones pretenden apuntalar el interés exhibido por las autoridades por erradicar de las filas castrenses y policiales aquella gente de conducta torcida, capaz de vincularse con delincuentes y faltar a las reglas.

El país necesita una profilaxis permanente en todas sus instituciones para cerrarle las puertas a quienes perjudican su imagen y autoridad. Cada falta debe ser sancionada, pero el traslado no necesariamente es sanción.

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