Prioridades y realidades

Prioridades y realidades

FRANKLIN BÁEZ BRUGAL
Escuché decir hace algún tiempo a Felipe González que durante sus años como jefe del gobierno español él se comunicaba con su partido a través de la sociedad, contrario a lo que comúnmente se estila en nuestras latitudes, en donde la comunicación de los que gobiernan se produce, en la mayoría de los casos, desde el partido hacia la sociedad. Creemos que fue sabia la práctica del antiguo gobernante español, ya que de esta manera podía conocer las necesidades más sentidas de todo el conglomerado social de su país, para quien se suponía debía gobernar, y no solamente aquello que le interesaba a su partido, que podía no coincidir con lo que quería la mayoría de los ciudadanos de esa nación.

Ejemplos como éste que puso en práctica el experimentado político mencionado, debían ser tomados en cuenta por nuestros gobernantes. Las encuestas que periódicamente se realizan en el país ofrecen valiosa información acerca de la forma como piensa la población sobre los más diversos temas, y de las necesidades que ésta entiende como más acuciantes. Pero para desgracia de muchos, las prioridades de nuestros políticos, que cuando están en campaña coinciden totalmente con lo que casi todo el mundo quiere, una vez llegan al poder toman otros rumbos, al parecer más redituables desde el punto de vista político y económico.

A partir de ese momento, prácticamente todos cometen el error de creerse unos iluminados, poseedores de la verdad absoluta, cayendo en un círculo vicioso que los aleja de la realidad, pues sólo se comunican con aquellos que pertenecen a la grey escogida, los cuales para no perder el favor del ungido solo le dicen lo que ellos creen éste desea oír. Ya no escuchan a la población, oyen sus reclamos como quien oye llover, dándose cuenta de que cae el agua cuando ésta se convierte en torrente indetenible que arrasa con todo lo que encuentra a su paso.

Las verdaderas necesidades nacionales no se toman realmente en cuenta. El caso más notable de todos por su importancia, es el de la educación; creo que no existe uno solo de los gobiernos que hemos tenido en los últimos tiempos que no haya colocado este tema en una posición destacada de su agenda, sin embargo en muy pocas ocasiones se han asignado los recursos necesarios para que los dominicanos contemos con un sistema educativo que verdaderamente pueda convertirse en una herramienta que contribuya a mejorar el nivel de vida de nuestra población, y en protagonista de la movilidad social que tanto se necesita.

De toda Latinoamérica nuestro país ocupa uno de los puestos más bajos en rendimiento escolar y los más altos en deserción, esto no es de extrañar pues los indiscretos números indican que los recursos destinados a la educación no alcanzan el 2% del PIB, mientras en algunos países de la región esta cifra más que se duplica.

Mientras no pasemos de las palabras a los hechos, y la educación deje de ser una prioridad de discursos, para convertirse en la misión más importante de todos los gobiernos durante los próximos treinta o cuarenta años, solo un difícil milagro podrá lograr que avancemos y progresemos y que las grandes mayorías eternamente descuidadas puedan comenzar a salir de su ancestral pobreza.

Muchas noches me desvelo pensando en qué sería más beneficioso para nuestro país, si un sistema de transporte público ultramoderno utilizado por usuarios ignorantes, o uno deficiente usado por personas educadas con la capacidad no solo de transformar ese sistema si no a toda la República Dominicana.

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