Prisioneros de la ira

Prisioneros de la ira

Conocemos de familias, de parejas, en la comunidad, y de personas que son de “mecha corta “o “piel sensible”, explosivos, agresivos y violentos en situaciones triviales, conflictos pequeños, o por cosas que son insignificantes. Estas personas padecen del descontrol de la ira y de los impulsos, no sabiendo cómo administrarse, cómo posponerla, o cómo tolerar sin ofender o sin dañarse o dañar a otras personas.
Hemos visto personas matar por un parqueo, por la bocina que le tocaron, por el roce del carro, por una fila en un banco, o por un comentario que no le gustó; teniendo como resultado las mismas reacciones emocionales descontroladas: insultos, desafíos, actitud pleitista, pérdida de la racionalidad, nerviosismo, temblores, taquicardias, sofocación, sudoración, hasta llegar a la violencia. Algunas personas con mal manejo de la ira o de los impulsos pierden la capacidad para medir consecuencias, valorar riesgo y discrimina conflictos. Producto de esto muchas personas en descontrol hoy se encuentran en la cárcel, en el cementerio, sin pareja, o lejos de la familia, o de los amigos producto de su ira. Este descontrol suele empezar en la adolescencia y en la vida adulta temprana con agresiones y desafíos dentro de la familia, con una pareja, o en ambientes sociales, donde la persona se sintió desafiada, frustrada, o estresada, perdiendo su capacidad para afrontar situaciones de forma inteligente, adaptativa o saludable. Es decir, las personas con mal manejo de la ira tienen pobres repuestas a los estresores psicosociales y laborales, y una falta de habilidades y destrezas para solucionar problemas. ¿Qué pasa con el cerebro y la ira? Estas personas tienen más comprometidas sus reacciones a nivel del lóbulo frontal que es donde se tiene la capacidad de organizar y discriminar la conducta, y de regular las emociones. Pero también, hay cambio en los neurotransmisores del cerebro: serotonina, dopamina, catecolaminas, glutamato, dados sus cambios por las frustraciones, del humor, o su inestabilidad emocional para el control de sus impulsos.
Sin embargo, lo que más influye en el mal manejo de la ira son los pensamientos automáticos que pasan a la acción sin el cerebro discriminar, ponderar o racionalizar los estímulos; debido a que la persona los percibe con pensamientos distorsionados, irracionales y, a través de un sistema de creencia defensiva, ejemplo: “me quieren coger de pendejo” “me quieren controlar” “se creen que yo soy tonto” “todos me dicen que están contra mí, y me quieren hacer daño”. Así funciona el sistema automático en la mente de las personas con ira; donde suelen salir a la calle defensivamente: “espero que en el trabajo no me esperen con vaina” “el que me busca me encuentra” “aquí al blandengue se lo comen vivo”, etc. Una persona que viva con este sistema de creencia en sus emociones, tiende a reaccionar siempre de forma defensiva, suspicaz, hostil, agresiva, debido a que viven de forma reactiva, defensiva, y en angustia anticipatoria en todos los escenarios, cosa que lo hace ser predecible, dado su descontrol y su reacciones destempladas e inmaduras. Pero también, las personas prisioneras de ira tiene problema en la sensación de pérdida del poder, de donde creen sentir que su pareja, sus empleados, sus hijos, le confrontan generando conflictos, desafíos, por miedo a la pérdida del poder, donde su intolerancia, su falta de capacidad para comunicar sin ofender, les lleva a la ira y al descontrol de los impulsos.
Estas personas sufren mucho debido a que no pueden detener su ira, y no le gustaría dañar la pareja, a los hijos, amigos, etc. Pero no saben cuándo parar, cómo administrarse y cómo descrinar los impulsos. Muchas veces hay que pensar si hay daño cerebral, o trastornos psiquiátricos. Sin embargo, el mal manejo de ira se trata y se supera con psicoterapia conductuales y comportamentales, junto a los psicofármacos que hacen posible una vida oxigenada, nutriente con calidad y calidez.

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