No hay ninguna duda de que el libro más vendido en el mundo es la Biblia. Por esa razón es el que más interpretaciones ha tenido.
Eso ha conllevado a la proliferación de iglesias: católica, protestantes, ortodoxa, luterana, anglicana, presbiteriana, bautista, testigos de Jehová, mormones, del séptimo día, etc.
Todas coinciden parcialmente pero difieren en alguna parte de ella.
Esta divergencia de opiniones sigue dividiéndolos en lo relacionado al aborto. Algunos con ideas medievales y otros con el pragmatismo justo y necesario, que tienen derecho nuestras mujeres.
Algunos religiosos pro vida, son en realidad fanáticos pro-Biblia, cuyas interpretaciones fundamentalistas solo conducen a la muerte.
Sobre esta materia el presidente Abinader ha asumido valientemente la defensa de las tres causales para que sean incluidas en el nuevo Código Penal, en contraposición al pensamiento de algunos diputados, que irresponsablemente han tratado de rehuir al tema.
No acepto la historia de que será incluido en una ley especial, ya que el proyecto de Código tiene ya muchos años manoseándose sin aprobarlo. Y si se decide hacer una ley especial, debería aprobarse primero dicha ley.
El Congreso tiene la obligación constitucional de garantizar el derecho a la vida, y dignidad de las mujeres.
Esa penalización solo afecta a las mujeres pobres porque las ricas se van a Estados Unidos a abortar.
Ya sufrimos hace unos años el drama del caso de Esperancita, la niña de dieciséis años que murió en agonía porque le negaron el tratamiento que necesitaba, por estar embarazada.
Recuerdo, con tristeza e indignación, a su madre Rosa Hernández clamando a los médicos para que no le dejaran morir a su hija.
Dice el doctor Dunker, predicador cristiano: “Estoy sorprendido que algunos de ustedes hablen en contra del “aborto terapéutico” como si se tratara de una abominación.
¿En cuál pasaje de las Escrituras se basan para sostener una posición tan difícil de entender? ¿Es que desconocen las situaciones en las que un médico se puede ver obligado a informar a sus pacientes que no es posible salvar las dos vidas, y que tienen que escoger? ¿No es lo mismo que pasó en el Titanic, cuando se decidió salvar a las mujeres y a los niños?”
Otros tratadistas cristianos, expresan lo siguiente.
John Stott confirma su posición pro-vida, pero propone como punto de consenso lo siguiente: “no se puede quitar la vida humana EXCEPTO EN CASOS DE NECESIDAD PERENTORIA” (p.344), e incluye la anencefalia como una de estas excepciones”.
Billy Graham ha declarado tajantemente lo siguiente: “Debemos aceptar el aborto en estos casos: violación o incesto o si el parto es una amenaza a la vida de la madre” (“Prolife Discussions”).
Cristian Peralta, bioeticista y sacerdote jesuita, afirma que en estos casos (embarazo ectópico, cáncer uterino, etc.) “no se contradice el principio moral de no matar”.
Cabe hacerle una pregunta a los detractores de las tres causales, por supuesto, que tengan esposa, hija o nieta fértil.
No admito opinión de los célibes o que no tengan una relación afectiva con las féminas ya mencionadas.
¿Qué haría usted si su esposa es violada por un loco, que además tiene deformidades físicas y también enfermedades hereditarias graves? ¿Usted lo va a criar como hijo suyo? O si un abuelo viola una nieta, ¿quién y cómo va a criar ese niño? ¿Cómo se le explica que su padre es también su bisabuelo?
Las iglesias que sigan predicando como consideren pero que suspendan las presiones a un poder del Estado que no es religioso sino laico y político.
No se trata de aprobar el aborto como regla, sino de reconocer que toda regla tiene su excepción, y esta excepción es la que reconoce como derecho inalienable de la mujer decidir su presente y su futuro.