Problema de migrantes

<p>Problema de migrantes</p>

PEDRO GIL ITURBIDES
John Lincoln es presidente de la Oficina Agrícola Estadounidense en Nueva York. Hace poco afirmó que los agricultores de su país tienen problemas para obtener financiamiento bancario debido a la pérdida de jornaleros que aseguren la colecta de sus siembras. Poco después, el senador Mel Martínez fue nominado para presidir el partido Republicano. Aunque fue elegido finalmente, debió enfrentar la resistencia de los jerarcas de ese partido contrarios a ofrecer facilidades a trabajadores agrícolas de nuestros países.

Entre ambas posiciones prevalece un mundo de pobreza infinita, que busca realizarse en las naciones de mayor desarrollo relativo. De ahí que sorprendamos con frecuencia viajeros ilegales dominicanos que navegan por el canal de La Mona rumbo a Puerto Rico. O que los guardacostas de Estados Unidos de Norteamérica encuentren balseros cubanos perdidos en el golfo de México. Los nuestros se precipitan con mayor frecuencia que los cubanos a la incierta aventura porque aquellos están más sujetos a un poder centralizador. Pero no por ello la miseria deja de ser la misma en ambos países.

Y en otras de las hermanas repúblicas que miran con ilusión hacia el norte, como meta de cambios reales para sus vidas. Y por supuesto, para la vida de los suyos. Para República Dominicana la cadena no comienza con los viajeros que se embarcan de manera ilegal hacia Puerto Rico. La cadena comienza en el vecino estado al oeste de la isla, en donde vive un pueblo con más dificultades que las que padecemos. Esos no tienen que construir yolas. Cruzan la frontera burlando de modos diversos, incluyendo el soborno, la vigilancia colocada en la demarcación que separa los dos territorios. Como los mexicanos hacia el norte.

Hace tiempo los haitianos desplazaron la mano de obra dominicana en nuestra agropecuaria. De manera que la advertencia lanzada por John Lincoln en Nueva York podría duplicarse en el territorio dominicano respecto de los jornaleros haitianos. Si no pegamos ese mismo grito se debe a que el desorden dominicano lo impide, pues esa mano de obra cruza de todas maneras hacia nuestro suelo. O convive tranquila con nosotros, en medio de las intermitentes denuncias por el esclavismo a que los sometemos. El mismo, por cierto, al que someten a los hispanos en los campos de los Estados Unidos de Norteamérica.

Entre los dominicanos hay cosecheros de café, tomates, leguminosas diversas y tubérculos que no vendimian hasta que no completan el grupo haitiano que necesitan. Los dominicanos que antes realizaban esa labor están viviendo en los barrios marginales de ciudades, y se ocupan de sobrevivir apenas. Muchos saltaron del lomo del asno al sillín de la motocicleta y laboran como motoconchistas. Muy pocos estarían en disposición de retornar al trabajo agrícola. Lo mismo que el nativo de Estados Unidos de Norteamérica al que se le pida que coseche tomates en California o Florida, o tabaco en Virginia o las Carolinas.

Lo menos que puede afirmarse del problema de estas migraciones es que los gobiernos marchan ciegos en todos nuestros países.

Cuando Mel Martínez es elegido para desempeñar la presidencia del caucus republicano es porque acaban de ser derrotados por los demócratas. Mel, objetado por los republicanos radicales, fue acusado de ser partidario del programa de migración regulada de jornaleros latinos. Pero como los demócratas triunfaron en noviembre pasado al prometer leyes migratorias menos severas, el poder detrás del trono impuso esta figura. Reconquistar el voto de cuantos aspiran entre los estadounidenses a otras leyes migratorias es prioritario, se les dijo a los radicales.

Aunque, por supuesto, no se le dio todo el poder al senador de origen hispano. Tendrá una presidencia republicana compartida con un estadounidense de pura cepa, por si acaso. Pero su ascenso revela que la migración de la pobreza es problema que alcanza ribetes políticos y que se impone buscarle una vuelta que no sea de palabras. De otro modo, tendremos que seguir eligiendo a otros Mel Martínez en otros caucus, allá y aquí. Y aún en medio del desorden de nuestras naciones, escucharemos voces como las de John Lincoln diciendo que se necesita mano de obra extranjera para cosechar con mano de obra barata, lo que no cosechan nuestros motoconchistas.

Démosle a estos acontecimientos ajenos una lectura profunda para que nos demos cuenta que los problemas de las migraciones comenzó una presión que no podemos ignorar.

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