Problema dominicano o haitiano

Problema dominicano o haitiano

PABLO NADAL
Para muchos el gran problema de los dominicanos es el que provoca la entrada y la permanencia en su territorio de nacionales haitianos. Situación que a veces se califica de “invasión pacífica” y se aduce representa daños incluso en lo cultural y lo sanitario. Y se hace cómplice de dicha situación a potencias extranjeras. Pero en ese planteamiento, que tiene importancia, hay otros factores que deben de tomarse en cuenta para una evaluación total y sincera. Y es que en esa problemática intervienen de forma determinante instituciones y personas dominicanas.

Fríamente la visión arroja que la población haitiana en territorio nacional no se hace de manera cruenta, sino con la autoría o complicidad de los dominicanos, sea por negocio o dejadez en sus deberes. Eso vale para el cruce de fronteras, el empleo en labores agrícolas y de construcción, véase en obras públicas y en el empleo formal e informal y en la importación de mendigos y en más casos que son innumerables.

La evaluación sencilla es que los que tienen que hacer un trabajo sobre el tema no lo hacen; los que tienen que cumplir y hacer cumplir la ley no lo hacen. Lo más que se aventuran es a mirar para otro lado o lamentarse y a buscar culpables imaginarios y quizás en poner banderas y cantar el Himno Nacional.

No hay que darle vueltas al tema y en ninguna parte aparecen otros que no sean dominicanos. Por lo tanto el cacareado problema sólo es dominicano y gracias a Dios que no tenemos fronteras terrestres con otros países porque pasaría igual o peor. Y no es mayor la entrada de haitianos por el amor que tienen a la tierra de sus ancestros.

Los remedios no están muy escondidos. Lo saben hasta las más incultos y es asumir las responsabilidades internas: de no tener miedo de señalar las instituciones y personas que no funcionan y las que se benefician con el estado de permisibilidad, que llega hasta el trabajo forzoso o el mal pagado y la promoción de la vagancia política merenguera. Menos lamentaciones y más menear la mata incluso de nuestra mentalidad. La alternativa será un próximo Kosovo antillano, construido por las propias víctimas y que debería ser recibido de forma alegre y tranquila, porque éso sería el precio de no hacer nada cuando aún se podía hacer.

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