Problemas con la letra impresa

Problemas con la letra impresa

Quien haya estado en aulas en una institución popular y populosa de educación superior sabe del bajo nivel de las competencias lectoescriturales de los jóvenes de hoy. Los estudiantes llegan al aula universitaria tras doce años mínimos de escolaridad. A lo largo de ese período asistieron a cursos de educación inicial, básica y media. En el primero de estos niveles están supuestos a establecer nexos humanos, lo que hoy se llama “socialización”. Están supuestos a egresar plenamente alfabetizados. En el siguiente nivel se introducen en áreas diversas de las ciencias exactas, naturales y sociales. Y en el último de tales niveles consolidan todos los conocimientos adquiridos y penetran el umbral de nuevos saberes.

 Pero, ¿es así? Una tendencia generalizada en la comunidad dominicana de nuestros tiempos es lograr objetivos del modo más fácil. Esta inclinación abarca los estudios. Al escuchar rogativas para lograr la aprobación por asignaturas en las que se muestra bajo aprovechamiento, el docente aprecia la existencia de la tendencia del “mínimo esfuerzo”. El fin se logra cuando se obtiene el título aunque el perfil de la profesión no se refleje en la preparación del profesional.

Hay excepciones, muchas excepciones. Aparecen en muy alto porcentaje en la escolaridad privada o pública cuando la mano de los padres guía al discente. En mucho menor número cuando un temprano sentido de la existencia determina en ciertos jóvenes una excepcional madurez. Aparecen estos ejemplares humanos. Lo común sin embargo, sobre todo en cuantos hicieron escolaridad pública, no presencial o nocturna, es una bajísima capacidad de comprensión del mensaje didáctico.

Sostengo en mi libro “Círculos de Lectura” que quien no lee bien, no piensa con lógica y no escribe respondiendo a la sintaxis de su lengua materna. Al ser llamado a lectura pública titubea, masculla trastabillando y expone excusas por defectos de visión. En procesos de observación cumplidos en aula, quien escribe pudo establecer varias causas en esta carencia de dominio de la habilidad lectora. Una, ciertamente, es el padecimiento no tratado de defectos visuales. En grupos controlados pudimos determinar que superado el defecto, aún con lentillas, era mínimo el número de los que mostraban adecuadas competencias lectoras.

Los casos que podían requerir asistencia pedagógica más empeñosa resultaban de insuficiencias formativas en el nivel inicial. Son remediables, por supuesto, pero a un costo de recursos didácticos y de tiempo superiores a los indispensables en la infancia. Pudimos determinar, además, que en los casos de menores habilidades lectoras faltó completar el proceso de alfabetización en la primera infancia, no se dieron prácticas de lectura comprensiva y no se recitaron versos. Estas últimas lecturas son imprescindibles para que el futuro lector logre tonalidad y ritmo en la lectura.

Publicaciones Relacionadas