Problemas en los museos

Problemas en los museos

Para que los museos se conviertan en parte de la infraestructura que contribuye a tener un pueblo más civilizado, se impone que entendamos su misión, y los queramos. Quienes rigen la Administración Pública no pueden tener a los museos como a otras obras que incentivan el interés por el arte culto o popular, o la historia como simples centros laborales.

En cierta medida, estas obras constituyen entidades a las que se les debe amor para que se vuelvan instrumentos del progreso intelectual y emocional de las naciones.

Algunos diarios han dado seguimiento a los problemas de salud del antropólogo Fernando Luna Calderón. Su profesión y cotidiano quehacer no figura en la lista de cargos apeteicidos en las lides de la politiquería.

Los puestos que puede ejercer en virtud de su formación no aparecen entre los que ambicionamos para un compañero, un camarada o un compatriota. Por ello quizá, y porque es inentendido el campo de sus actividades, pudo estar celebrándose el novenario de su fallecimiento. Fue rescatado de los brazos de la parca, sin embargo, por el apoyo de una organización italiana.

Por ello pensamos en los museos. Son complemento extracurricular de la educación formal, puntos de estímulo a la imaginación, y entidades abiertas a la educación informal. Además sin que nadie lo advierta, se convierten en centros en los que se acicatean las sensibilidades culturales.

Ocurre, sin embargo, que casi todos nuestros museos viven en el abandono.

Víctimas primeras de nuestra propensión a olvidar aquello de lo que no se derivan ganancias importantes, sus infraestructuras y exhibiciones decaen sin hallar padrinos. Y esto más o menos ocurrió con el Museo Nacional de Historia Natural, conforme se ha sabido.

Luna Calderón fue infectado por un microorganismo patógeno presente en alguna exhibición, tal vez en la piel de un animal momificado por medio de taxidermia. Por igual causa por la que pierde el color la pana de los exhibidores del museo antropológico, se propagaron esos microorganismos.

Por el olvido de quienes deben lograr que las apropiaciones presupuestarias se hagan ejecutorias, para el adecuado sostenimiento de esos museos.

Se comenta que varios de los empleados del Museo Nacional de Historia Natural padecen o han padecido enfermedades pulmonares. Con más suerte que el cabeza de la institución, han superado las dificultades respiratorias.

Luna Calderón, en cambio, desmejoró al extremo de sufrir espasmos respiratorios y dificultades del habla, que lo hicieron viajar fuera del país. Y salió, conforme ha dicho, por el apoyo económico que le brindaron la Universidad de La Sapienza, de Roma, Italia, y el profesor Alfredo Coppa, de esa academia.

)Cuántos inconvenientes pudieron evitarse si un sostenido programa de fumigación y desinfección se hubiese llevado a cabo? Para comenzar, nos habríamos ahorrado las dudas sobre la seguridad ambiental que brinda este museo a sus visitantes. O a quienes en él trabajan. Y por supuesto, el escarceo despertado por cuantos, afectos a Luna Calderón, entienden que debió recibir respaldo oficial por su padecimiento.

A veces, de lo malo deriva lo bueno. Y el escándalo suscitado alrededor del Museo Nacional de Historia Natural podría dar origen a una iniciativa que tienda a fortalecer los museos del país. Por supuesto, para que ello ocurra hay que sembrar orden en el gasto público, y entender que existen instituciones que tal vez no sirvan para repartir prebendas. Pero que su presencia prueba que en el país no nos criamos con el único propósito de reproducir la especie hasta que lleguen los tiempos buenos.

Su presencia nos habla de que hemos desarrollado capacidades para entender que determinados hechos culturales impulsan el crecimiento material de los pueblos. Y que, atribuyéndoles un valor intangible pero enorme, valoramos también a nuestro pueblo.

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