Carlos Peña 
El gobernador del Banco Central de la República Dominicana informó a la nación que “en los últimos cuatro meses el sistema financiero ha dado créditos por un monto superior a los 44,000 millones de pesos”, de los cuales aproximadamente el 4% fue destinado al campo.
Cuando uno ve esta proporción que ha sido destinada a la producción agropecuaria, entonces uno entiende la razón por la cual mientras en América Latina por cada 1% que crece la economía la pobreza se reduce en 4.5%, en República Dominicana 1% de crecimiento en el Producto Interno Bruto apenas representa 2.5% de reducción en la pobreza, pues en ninguna economía puede existir niveles de desarrollo social o promoción social sobre la base del consumo sin considerar como pilar protagónico del desarrollo integral de los pueblos el clima de producción.
De manera muy festiva hemos notado cómo el área del comercio, específicamente el sector que importa los vehículos de nuestro saturado parque vehicular, agradece a las autoridades monetarias por lo bien que les ha ido en sus distintas ferias con el proceso de venta de nuevos vehículos que en los próximos días irían a continuar el abarrotamiento de las calles de nuestras principales ciudades.
Sigue embargo, nos gustaría que en lugar de escuchar estos agradecimientos de los sectores cuyas mercancías no son manufacturadas o producidas en República Dominicana, lo escuchemos de labios de los millones de dominicanos que viven en las zonas rurales y que ven cómo años tras años y gobiernos tras gobiernos el campo no recibe la importancia que este reviste para un desarrollo económico de la nación.
La coyuntura actual se presta para que reenfoquemos las inversiones que desde el sector público y privado estamos realizando en República Dominicana, para que éstas surtan los efectos esperados en materia de producir riquezas que hagan de nuestra nación la potencia que soñaron nuestros padres fundadores.
