Producir alimentos es revolucionario

Producir alimentos es revolucionario

Altagracia Paulino

Este título es una provocación ante la preocupación manifiesta de los productores de cerdos del país, quienes se sienten amenazados ante las grandes importaciones de esa carne de la que en el mes de abril alcanzaron cifras récord, y si continúa desaparecerá la producción local. Según informes se importaron 70 millones de libras.

Las importaciones no son ni buenas ni malas, solo que si dependemos de ellas podríamos correr el riesgo de lo que pasó con el arroz en Haití, que dejaron de sembrar porque era más barato el importado, pero resultó un descarado dumping que destruyó la producción del cereal en ese país.

Depender de importaciones para comer también nos coloca en una situación de vulnerabilidad porque tendríamos precios de monopolios y oligopolios lo que encarecería los alimentos.

La seguridad, soberanía alimentaria y nutrición es un derecho fundamental protegido por la Ley 589-16 y la Constitución que obliga a la administración del Estado a garantizarlo, por lo que es de suma importancia valorar la competencia entre la producción local y las importaciones en el renglón alimenticio.

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Es preocupante lo que ocurre con productos como la cebolla, zanahorias y los pimientos morrones, que los productores deben venderlo por debajo de los costos de producción lo que implica otra amenaza porque para los próximos años no habrá producción por la frustración generadas por las pérdidas.

La capacidad productiva del país cubre el 80 por ciento de la demanda de los alimentos de la canasta básica, por lo que apoyar la producción nacional, incentivarla, como hacen los grandes países, garantizará siempre la seguridad alimentaria.

En los actuales momentos producir alimentos es un gran desafío; las materias primas siguen siendo costosas, los fertilizantes y las inclemencias del tiempo como las sequias y las inundaciones son factores de riesgos que muchos no se atreven a asumir.

A esto ahora se le agregan las importaciones que compiten con los productores locales, por lo que es revolucionario incentivar la agricultura familiar para que no nos falten los alimentos básicos.

En al menos dos supermercados a mediados de mayo vi la yautía coco a 83 pesos la libra y la yuca a 53 pesos.

Viendo el panorama, vienen mis recuerdos del campo; no necesitábamos dinero todos los días porque no era necesario para comprar comida porque estaba en el patio: huevos, gallinas, pollos, cerdos, leche de vacas y de cabras, habichuelas de todos los colores, guandules, viandas, una hortaliza con todos los vegetales y verduras, y todas las frutas de temporada que no teníamos que comprar.

Las naranjas agrias eran regaladas, los mangos y aguacates para consumirlos solo tenías que ponerte debajo de la mata y ya. Llegaban como un regalo divino porque alguna vez los abuelos los habían sembrado, y eran nuestros.

No había que comprar café y el chocolate era del cacao que se encontraban cerca de la vivienda, el maíz para las gallinas y para los humanos también estaba cerca; cada 73 días se produce el maíz, es de ciclo corto.

De modo que es preferible proteger la producción nacional, que fomentar las importaciones de alimentos porque esto implica gastar divisas que son escasas.

Con ello defendemos el derecho fundamental a la alimentación, protegemos la producción nacional y se garantiza la seguridad alimentaria, podríamos exportar los excedentes y no dejar espacio para la hambruna.