PROEMPRESA forja una nueva visión empresarial

PROEMPRESA forja una nueva visión empresarial

POR MARIO MENDEZ
Hace un poco más de un año que Arquímedes Rodríguez comenzó su negocio de ventas e instalación de ventanas. Como otros muchos pequeños empresarios, tomó la decisión de formar tienda a aparte, tras independizarse de la empresa para la cual trabajaba: Cima Industrial.

En su debut lo más importante era conseguir a alguien que le pusiera en las manos RD$100,000, ya que por las limitaciones que enfrentan los pequeños empresarios dominicanos para tener acceso al financiamiento de la banca formal, muchas veces tienen que acudir al financiamiento informal a costos de usura.

Su engendro, Mega Ventana, que opera en la avenida Padre Castellanos número 266, en Santo Domingo, inició sus operaciones con un troquel, una pequeña presa, una sierra y un par de taladros.

Eran cuatro empleados, incluido él.

Sus servicios se limitaban a la instalación y ventas corredizas y salomónicas.

En esas circunstancias se le plantea a Arquímedes la posibilidad de participar en un diplomado que ofrecería la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), costeado por el Programa para las Pequeñas y Medianas Empresas (Proempresa), que opera con fondos donados por la Comunidad Europea.

Aceptó la propuesta, pero «honestamente sólo con la idea de enriquecer» su currículum.

Nunca se imaginó cuán significativo iba a ser el cambio que se produciría en su vida empresarial.

Sintió cómo el diplomado transformó la manera como manejaba su empresa y hacía negocios.

Cuando llegaba cada lunes al trabajo, después de la jornada del domingo en el diplomado, encontraba que había algo nuevo que agregar, que organizar, y elementos que tomar en cuenta que antes eran ignorados por él.

«Eran ejercicios semanales. Aprendíamos el domingo, y lo poníamos en práctica el lunes», expresa.

Del diplomado salió convencido de que «aún como pequeños empresarios, tenemos los conocimientos, la capacidad, aunque nos falten los recursos financieros, para hacer que nuestras empresas que puedan contribuir a disminuir la pobreza, a generar empleos, a ser útiles a la sociedad, a pesar de los inconvenientes del mercado y de nuestras limitaciones de capital».

Hoy los RD$100,000 siguen haciéndole falta a Arquímedes, pero para él ya no tienen tanta importancia como lo aprendido en el diplomado, para el éxito de su empresa.

El está consciente de que sin la aplicación de esos conocimientos, su pequeña empresa pudo haber sido uno de las tantas que cierran a diario sus puertas por la no aplicación de buenas prácticas gerenciales.

Su negocio operaba de manera muy desorganizada: como propietario, él dirigía al mismo tiempo el Departamento de Ventas, la parte de producción, supervisaba las instalaciones, se ocupaba de prácticamente de todas las operaciones de la empresa.

Aprendió a ir poco a poco organizándose.

«Gracias a Proempresa empezamos a recibir asesoría en términos administrativos, para reorientar la producción, en organización interna. Se nos enseñó como reestructurar nuestra empresa.

Arquímedes duró seis meses «recibiendo entrenamiento entre lo que es contabilidad, administración, recursos humanos, asesoría impositiva y legal, planificación de la producción».

Recuerda que «fueron temas agotadores, jornadas los domingo de 8 de la mañana a 5 de la tarde; pero hoy vemos los frutos. Nos sentimos, como empresarios, más preparados».

Algo que no ha olvidado jamás, de las enseñanzas del diplomado, es que «tenemos que crear mecanismos para medir, tenemos que medirlo todo. Tenemos que medir los desperdicios, las horas trabajadas, los resultados.

Lo que no se puede medir, no se puede controlar».

«En consecuencia -afirma-, para aplicar controles, tenemos que aprender a medir, y crear tablitas para ello. Y resulta sencillo: yo no tengo un reloj para que mis empleados ponchen, pero yo creé una hojita en «excel», con los nombres de todos ellos, los días de la quincena, hora de ingreso, hora de salida para el almuerzo, hora de entrada después del almuerzo, hora de salida tras la jornada del día.

«Al final de cada noche me paro, y miro todo el que llegó y a qué hora», asegura.

En sus inicios como pequeño empresario, las expectativas de Arquímedes se limitaban a suplir las ventanas que necesita su sector, «esta zona que está rodeada de barrios como el 27 de Febrero, Ensanche Espaillat, Ensanche Luperón, Los Guandules, Las Cañitas».

Agrega: «Yo veía una necesidad de esa gente que nosotros podíamos suplir desde este pequeño negocio, y conseguir el pan de nuestros hijos.

Ahora vemos más allá. Vemos que el mercado no es solamente nuestro entorno.

Proempresa nos hizo entender que el mercado iba más allá, que el mercado era la construcción en sentido general.

Entonces, enfilamos nuestra orientación hacia la construcción, las firmas constructores, los ingenieros.

Y fue entonces cuando nos dimos cuenta de que podíamos, desde este lugar, aportar una mano de obra con los mismos muchachos de los barrios que nos rodean, que pueda ser transportada hacia las necesidades de la construcción.

Y eso nos hace sentir que nuestra pequeña empresa se crece.

Proempresa ha venido a levantar nuestra moral, a hacernos sentir que aunque manejamos pequeñas empresas, con capitales limitados, con limitaciones de mercado, no nos sentimos como pequeños empresarios, sino como empresarios completados que tenemos la capacidad, igual que cualquier otro, para echar nuestras empresas hacia adelante.

El resultado ha sido que desde esta pequeña oficina y este pequeño taller nosotros manejamos obras importantes, como torres en la Anacaona. Y queremos ampliar aún más nuestra presencia en el mercado».

Esto ha dado fuerza a Arquímedes para que ahora, al cumplir su empresa el primer aniversario, tenga en plan relanzarla, con una gamas de productos que también incluyen puertas comerciales y enrollables.

«Podemos trabajar todo tipo de ventanas y persianas, en vidrio y aluminio. Igualmente, las ventanas proyectables», expresa.

LA FORMACIÓN

En parte, la no aplicación de buenas políticas gerenciales tiene relación con el bajo nivel educativo de muchos pequeños empresarios dominicanos.

Una investigación hecha en julio del 2000 por el Fondo para el Financiamiento de la Microempresa (FONDOMICRO), con el apoyo del Programa de Apoyo al Sector Privado (PAP), ejecutado con fondos de la Comunidad Europea, determinó que «la mayoría de los hombres y mujeres que detentan la propiedad de las microempresas tienen bajos niveles de calificación, pues el 53 por ciento apenas tenía estudios primarios».

La investigación de Fondomicro también puso en evidencia que «los propietarios con más conocimientos académicos tienen mayor control de las operaciones contables de sus empresas, pues el 97.8 por ciento han implementado sistemas de contabilidad organizada».

Sin embargo, el caso de Arquímedes demuestra que aún en el caso de los propietarios con más elevados conocimientos académicos, se presentan serias dificultades en la gerencia de pequeños negocios que sólo podrían ser superadas con la ejecución de programas de capacitación dirigidos a pequeños empresarios, como el diplomado apoyado por Proempresa.

Arquímedes es contador. Hace cinco años se graduó en la Universidad O&M.

Pero el diplomado le enseñó que administrar una empresa grande no es lo mismo que administrar una pequeña. Y le surgió la idea de que debiera existir en las universidades a algún de capacidad que esté focalizado hacia el pequeño empresario, «que sea un paquete completo, que incluya eso que Proempresa nos dio en el diplomado, que es la parte de la producción, la parte de mercadeo, la parte de recursos humanos, inclusive, el medio ambiente, de tratados internacionales se nos hablaba, temas que no son focalizados en una carrera como la de contabilidad, donde se nos enseña débitos créditos, pasivos, capital».

«Cuando te dan un poco de contabilidad -señala- y a eso te le agregan un poco de producción, de recursos humanos, sale entonces a relucir un pénsum nuevo que está dirigido a fortalecer al pequeño empresario, a darnos una capacitación para manejar bien nuestros negocios».

Proempresa entiende, al igual que Arquímedes, que los programas de formación dirigidos a los pequeños empresarios deben ser especializados y focalizados.

Y ha convertido el diplomado impartido por Utesa en la cuatro regiones en que se divide el país, en un proyecto piloto que planea continuar y extender a otros centros de enseñanza, a través de un nuevo programa de bonos de capacitación que se propone ejecutar a través del Instituto de Formación Técnico Profesional (INFOTEP).

«La idea es que ya probado este programa y con los beneficios que proporcionarán los bonos, otros pequeños empresarios puedan continuar esta capacitación, orientada no a enseñar al empresario a cómo producir, sino cómo administrar mejor sus negocios», expresa Alberto Durán, experto en Mejora de Ambiente de Negocios, al servicio de Proempresa.

Eso mismo es exactamente lo que piensa el directo de Proempresa, Ramón Tejeiro, un hombre que ha trabajado el sector en varios países y de quien puede decirse, sin temor a equívocos, que el conocimiento que tiene de la pequeña empresa en América Latina procede de su vida misma, de una experiencia vital personal, no porque alguien le haya contado.

Tejeiro se pregunta qué puede enseñársele a una gran empresa.

«La gran empresa dice: las cuestiones de comercio se la voy a encomendar al departamento comercial, las de publicidad, al departamento de Marketing. Pero cuando en una pequeña empresa uno dice: cuando hay que barrer, yo agarro la escoba; cuando hay que producir, yo agarro la máquina; cuando hay que vender, me lavo las manos y me voy a la calle; entonces uno tiene que aprender a hacer chocolate sin cacao o chocolate con muy poquito cacao, y al final es así como se gestionan las pequeñas empresas por el procedimiento de quedarse justo en lo que es el mínimo conceptual de cada especialidad».

«Lo que no puede hacer la pequeña empresa es no ser competitiva. Entonces tiene que hacer lo mismo que hace la grande muy en pequeño, pero muy bien hecho», puntualiza.

A eso se agrega que «si uno va las pequeñas empresas, encuentra a un tipo que está vendiendo por debajo de sus costos. Tiene un solo producto que le genera beneficios, pero en los demás pierde, y él no lo sabe».

Además, «uno se encuentra con otro que «está produciendo con una máquina de una forma totalmente ineficaz, porque no se ha dado cuenta o no le han enseñado de que si a ese misma máquina le hace alguna modificación, le produce el doble».

«Hay un potencial de mejoras en las pequeñas empresas que en las grandes no lo hay», asegura.

En cuanto a la organización, es mucho lo que se puede hacer en beneficio de las pequeñas empresas. Tejeiro recuerda que su padre siempre le aconseja: «Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa, y lo que estorba lo tiras».

«Parece una tontería, pero tú vas a un taller y le dice a un señor:

-Y eso que está ahí, ¿por qué está ahí?.

-Porque no se me ocurre donde ponerlo.

-¿Te sirves para algo?.

-Si porque lo utilizo para no sé cosa.

-¿En qué sitio has de estar?.

-Ahí.

-¿Y aquella otra cosa?.

-Es un resto de una cosa que utilicé no se cuándo.

-¿Qué tiempo tiene eso aquí?.

-¡Ah, un año!.

-Eso vale algo.

-Bueno, pues en la chatarra pueden darme algo.

-Pues a la chatarra.

-¿Y esto otro, vale algo?.

-No, eso arde.

-Pues quémalo.

-¿Y esto?.

-No vale ni arde ni nada.

-Pues tíralo».

Tejeiro explica que uno se puede encontrar, y de hecho el se ha encontrado en su vida muchas veces con empresarios a los que uno, para empezar, le pregunta:

-¿Y usted qué necesita?.

-¡Ah, yo necesito un crédito!.

-¿Para qué tú necesitas el crédito?.

-Porque tengo que ampliar y, además, comprar unos materiales.

-Vamos a tú fabricas. Mira, con tirar lo que estorbas y poner en producción lo que hay, te ahorras tomar el crédito.

-¡Si es verdad!. Yo tenía aquí este material, lo ponga aquí, lo proceso, y esto otro lo tiro, lo limpio, lo barro. ¡Y de pronto resulta como si hubiera ampliado un 20 por ciento mi área de producción!.

Y además, después de eso, se produce con mucho más eficacia, porque de pronto uno en vez de estar saltando entre montones de suciedad, buscando las herramientas que no encuentras, trabaja sin esas dificultades.

En una pequeña empresa desorganizada se pierde frente a esa misma empresa organizada un 20 por ciento de su tiempo buscando herramientas.

Con la organización se puede conseguir que la pequeña empresa, sin que invierta un chele, incrementar la productividad en un 20 por ciento», asegura.

Tejeiro también llama la atención hacia el enorme impacto que tiene estas mejoras en la economía, ya que el sector de la pequeña empresa aporta el 30 por ciento del Producto Interno Bruto y probablemente más de la mitad del empleo.

Además, explica que las pequeñas empresas tienen una ventaja importante y es que la riqueza que crean la distribuyen inmediatamente, «y eso en países como la República Dominicana, que ha optado por un sistema de distribución de la riqueza que no es muy ágil».

«Si conseguimos que muchas pequeñas empresas funcionen mucho peor y paguen mejores salarios a la gente, menos déficit de distribución tenemos», expresa.

Eso fue lo que logró Arquímedes en su pequeño negocio tras participar en el diplomado, y algo más:

Obtuvo conocimientos que le permitirán contribuir a mejorar la forma como se trabaja en el sector construcción, en beneficio de la industria y de los clientes.

Por ejemplo, la falta de estandarización de los huecos para ventanas impide que el proceso de producción sea más ágil. No se pueden producir ventanas por adelantado, a medidas estandarizadas.

Para eso se necesita que los ingenieros tomen conciencia de la importancia de estandarizar las medidas de los huecos, para poder producir por lotes, lo cual reduce los precios.

Arquímedes informa que ha investigado tres en universidades, y en el pénsum de la carrera de ingeniería no se ha incluido como materia la estandarización de medidas de los huecos.

«Ahora las ventanas se producen de acuerdo al capricho de cada ingeniero o de cada dueño del proyecto», lamenta.

Citó un caso que le acaba de ocurrir con un ingeniero que le informó que tenía un hueco de un metro y medio para una puerta comercial, pero que no la quería de dos hojas, sino de una sola hoja.

El le explicó que no le podía hacer dos hojas porque serían muy pequeñitas, ni tampoco podía hacer una hoja, porque resultaría muy grande.

La solución que le propuso fue la de fabricarle una hoja y un transo de vidrio al lado, ya que al momento de hacer el hueco, el ingeniero debió darle dos metros o un metro, porque un metro y medio no da ni para una hoja ni para dos.

Lo aprendido en el diplomado ha servido a Arquímedes y otros ventaneros para que inicien una cruzada para que los huecos para puertas y ventanas sean estandarizados, en beneficio de la industria y los consumidores.

Estamos ante muestra más de que programas de ese tipo deben ser ampliados y promovidos, pues una investigación sobre demanda y oferta de servicios de desarrollo empresarial en el país, determinó que el 61.7 por ciento de las empresas estudiadas no habían realizado actividades de capacitación.

Y al analizar la explicación de por qué no habían participado en programas de capacitación, se puso en evidencia que «a) el sector de la pequeña empresa no ha sido adecuadamente informado, estimulado y tomado en cuenta en lo que respecta a la importancia de la capacitación; y b) que la oferta existente no ha tomado en cuenta adecuadamente las percepciones y necesidades de capacitación de la pequeña empresa».

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