Profesionales de la política

Profesionales de la política

Los estudios de la política,  que en el país no son pocos, señalan los efectos de la herencia política, los llamados hijos de la política, que no se atreven a decir que su padre es político, porque en determinados sectores sociales y económicos son marginados, los mirarán  como si estuvieran la peste, aun cuando el padre sea hombre honesto y persona austera, que vive sin alardes, que se siente un ejemplo digno de reconocimiento, como aquellos que sufrieron en sus propias carnes los rigores de la cárcel y las torturas o el exilio durante los largos y oscuros años de la tiranía.

Efectivamente la profesión de político tiene mala fama, una nefasta reputación, muy parecida a aquella que tenían algunos periodistas en el pasado, que hoy son mejor vistos, por muchas razones, entre otras por ser el azote de los políticos y en particular de determinados políticos; aquellos que barrieron con las arcas del Estado, que están tildados de corruptos o los que tienen un sin número de pecados que ocultan con el mayor sigilo y con sus inmundicias han llenado la vida pública en general.

En el desprestigio de la clase política dominicana ha existido una generalización total y se ha caído en la tentación de hablar de todos los políticos, como si todos ellos fueran ladrones, ambiciosos, desmedidos y solamente buscaran el enriquecimiento por cualquier vía y el mantenimiento permanente en sus puestos de trabajo. Y esto no es válido por completo,  existen sus excepciones como todo en la vida. También se señala que son capaces de maniobrar para mantenerse en el poder, aun cuando sea arrastrándose, ignorando que todo tiene un comienzo y un final, que los hombres ni las mujeres son eternas, aunque los cargos pueden serlos.

Sin lugar a dudas, no se puede afirmar que todos los políticos son corruptos, ambiciosos, mediocres y perversos, ni siquiera de broma, porque solo unos cuantos  están dotados de esas habilidades, lo que sucede es que existe mucho afán de servicios entre los políticos y  muchos ideales dejados a la vera del camino por necesidad de subirse al tren del gobierno o adaptarse al realismo refulgente del ejercicio del poder. Y ahí se pone en juego la reputación personal y de la familia.

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