Muchos estudiantes llegan a la escuela resacados, de mal humor y con espíritu de violencia. Esto ocurre generalmente los lunes. Los maestros deducen que algo anda mal…
Cuando llegan a clases los lunes resacados, descuidados en su vestimenta y peinado, agrediendo física y verbalmente a sus compañeros de clases y hasta a sus profesores, entre otras actitudes negativas, dan la alerta a los educadores de que existe algún desajuste en la vida de esos niños y adolescentes.
Directores, sicólogos y orientadores de centros educativos de los municipios de los Alcarrizos y Santo Domingo Este contaron a reporteros de HOY sus diversas experiencias en lo que tiene que ver con el comportamiento de los estudiantes en la escuela.
Alcohol y riñas. En el liceo Fabio A. Mota, en Los Minas, hay 2,400 estudiantes que cursan el bachillerato, con edades comprendidas entre los 12 y 18 años. Muchos, hembras y varones, llegan los lunes resacados por la ingesta de alcohol durante el fin de semana, según revelan el director de ese plantel, Euclides Heraldo, y los orientadores María Ortega y Deisy Reyes.
Además, esos adolescentes han escenificado a la salida de la escuela, riñas con estudiantes de otros liceos y con muchachos de sus barrios. Resultando en varias ocasiones con heridas de armas blancas.
Una estudiante de ese liceo, de 16 años, fue violada y embarazada por su padre, por lo que fue condenado y guarda prisión. Su madre pidió a la escuela que la ayudara a sacar de la cárcel al violador porque es quien sostiene económicamente el hogar.
En la escuela Félix María del Monte, ubicada en el sector Savica, de los Alcarrizos, hay niños que son los que delatan la mala vida de sus padres. Dicen que conocen los estupefacientes porque sus tutores tienen puntos de drogas en sus casas. La subdirectora de ese centro educativo, Génesis Santos, aprendió lo que era un delivery porque un niño de siete años le expresó que su papá llevaba en su motor drogas que le solicitaban otros.
Santos y la orientadora Iris Brito expresan que como escuela se sienten impotentes y temerosos de denunciar porque no tienen seguridad ni garantía de que la Policía y la justicia los protegerán y actuarán en consecuencia. Han remitido casos a la fiscalía, como la de una madre que le quemó una oreja a su hija. La señora tuvo que ponerse en manos de profesionales.
En esa escuela una niña de octavo curso, con 13 años, fue violada por su padrastro. La abuela materna lo denunció, fue apresado pero luego liberado por la defensa de la madre de la menor. Allí estudian dos niñas de 13 y 14 años embarazadas, una de su propio padre.
El director de la escuela José Martí, de los Alcarrizos, Felipe Germán, explica que los niños proceden de comunidades pobres, que han construido sus casitas en terrenos invadidos. Niños que son prácticamente abandonados, crecen en un ambiente desolador, llegan a la escuela descuidados, con hambre, manifiesta el profesor con pesar e impotente de no poder hacer nada.
Esa escuela tiene ocho maestros, consta de cinco aulas, funciona en dos tandas con una matrícula de 330 niños que cursan estudios desde pre escolar hasta el séptimo grado. Allí no hay una computadora, cancha, ni verja que proteja a los menores de personas ajenas a la escuela. No cuentan con sicólogo ni orientador.
En las conversaciones con los directivos de las escuelas y especialistas en la conducta, todos coinciden en citar como común denominador que los niños y adolescentes que muestran un comportamiento inadecuado tienen problemas familiares. La mayoría de las veces viven con uno de sus abuelos, sus padres se han separado, han creado otra familia, se han ido a otro país o sencillamente abandonan a sus hijos. Hay casos de menores con uno de sus padres preso.