PEDRO GIL ITURBIDES
Supongo que ustedes también leyeron el domingo el reportaje de Claudio Cabrera, en las páginas económicas de este diario. Es indudable que la endeble estructura comercial que mantiene en operación las empresas textiles de zona franca, colapsará. Y el país carece de la voluntad política para ir hacia el sistema de producción vertical. De ahí que una propuesta de adopción de equipos y procedimientos de alta tecnología aparece como la salida más expedita.
Cabe, sin embargo, la misma interrogante que nos hacemos respecto de muchas otras cosas. Porque el país no está siendo conducido hacia el manejo y dominio de esa alta tecnología, con la presteza, y también la voluntad política, para ello. De hecho, para comenzar, poco vigor se muestra en la tarea de formar programadores digitales, cuya necesidad es remarcada por algunas de las grandes empresas del ramo. De hecho, hace poco más de dos años, una de las firmas que confeccionan sistemas operativos y programas de operación, hizo una reunión destinada a reclutar este personal.
Conforme lo hablado en esa reunión, la empresa, con sede en el famoso Valle del Silicón, desea contratar seis mil programadores digitales de nuestros países. Porque no se hablaba únicamente de contratar esos seis mil programadores en República Dominicana, sino en varios países de las Antillas, el centro y el sur del continente. Pero, ¿qué ocurriría si en un plazo que evidentemente no cumpliremos nunca, le dijésemos a esa empresa ¡aquí están los seis mil! Evidentemente, los contratarían, porque lo que procuran es administrar y aprovechar destrezas baratas.
Muchas empresas industriales dominicanas – tanto en el área de zonas francas como emplazadas fuera de esos parques – han contratado personal extranjero. Conozco varios inmigrantes del sur del continente traídos por empresas, sobre todo, del ramo de los plásticos. Y no precisamente expertos en alta tecnología, aunque dominan los procesos gobernados por equipos electrónicos.
No en balde el creador del sistema Hotmail es un hindú. Ni siquiera un estadounidense, sino un hindú. Aunque las diferencias sociales y económicas en esta inmensa nación son abismales por causas religiosas, su sistema educativo es fuerte y exigente. La preparación que ofrecen sus escuelas en matemáticas, física, química, y en la propia tecnología, forja una persona autodidacta. En cambio, ¿conocemos el producto escolar que egresa de los niveles básicos y medio en nuestro país?
Tampoco estamos haciendo un esfuerzo serio para satisfacer aquel pedido de la empresa fabricante de sistemas operativos y programas. La actividad que se cumple, digámoslo sin ambages, es casi superficial y aislada. ¿Cómo enfrentar el reto de una industria dirigida a la producción de procesos de alta tecnología, o que base sus actividades en el aprovechamiento de esos saberes de hoy?