Prohibiciones e impuestos

Prohibiciones e impuestos

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Sobre el reluciente y redondo objeto similar a 10 centavos de plata, caía un rayo de sol como expresamente dirigido a resaltar el brillo de la moneda. El general, entonces gobernador de Barahona según la conseja, se inclinó disimuladamente y cuando tomó el gargajo entre sus dedos gritó: ¡prohibido, prohibido, escupir redondo!
Para entonces, bajo el régimen del trujillaje, cualquier prohibición era posible por cualquier capricho o sucedido tan desagradable como el antes citado.
Para los primeros días del periódico El Sol, a comienzos de 1971, preparé un reportaje sobre lo que ocurría entonces con las tierras ribereñas del mar Caribe en la zona de Higüey, escribí entonces (cito de memoria) dentro de unos años para tener acceso a las hermosas playas del este del país, habrá que hablar en un idioma extranjero y pedir permiso para bañarse en las aguas de la costa.
De mi casa, en Barahona, me iba a la playa de la Punta Inglesa en traje de baño, así de cerca quedaba. Entonces no había restricción para que el pueblo disfrutara de sus playas ni mucho menos cercas que impidieran el acceso.
La hermosa playa de Boca Chica no había sido invadida por quienes construyeron casas y negocios para adueñarse del aire, de la brisa marina y de la belleza natural de ese trozo de país, que fue dañado y secuestrado hace mucho con la complicidad de autoridades y la dejadez de los ciudadanos.
Después, el acceso a la playa de Juan Dolio fue dificultado, aunque se permitió que los bañistas llegaran a la costa por un callejón.
En estos días que el gobierno busca dinero a como dé lugar, metiéndole las manos en los bolsillos a infelices a quienes convierte en contribuyentes para que los menos esquiven el pago de los impuestos y cubrir los déficits con las contribuciones de los que no tienen nada que perder, se dice de buena fuente, que está bajo estudio de una comisión internacional multidisciplinaria la creación de un tributo que nadie podrá desconocer ni evadir: el impuesto al aire que respiramos.
Así, obviamente, se incumplirá, también, con la sentencia del higüeyano Marino Castillo Santana, quien decía: los dominicanos estamos vivos porque Dios es Grande, la Virgen de La Altagracia nos ampara y el aire es gratis.
Ese impuesto al aire podrá no cubrir el déficit fiscal sin cuenta, pero contribuirá al control de la natalidad o a que el pueblo se libere, de forma definitiva de quienes niegan la libertad, la construcción de la democracia, cuando salga a las calles a reclamar el derecho a vivir sin temor.
Las aguas del mar, las playas, los hizo Dios para todos, no para disfrute exclusivo de tutumpotes y turistas.

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