Prohibiciones

Prohibiciones

El presidente Hipólito Mejía, yéndose por las ramas como suele hacerlo con marcada frecuencia, ha prohibido, por parte del gobierno, canastas y fiestas propias de estos tiempos pascueros y de fin de año.

Son de mayor envergadura las prohibiciones que el presidente ha debido imponer, empezando por el desbarajuste de Baninter, Bancrédito y Mercantil, que obligan al ciudadano común a pagar de sus tributos $84 mil millones, cuando la Junta Monetaria y la Superintendencia de Bancos remitía al gobernante todo lo que estaba aconteciendo en esos bancos y no fue impedido sino cuando se rebosó y desbordó la copa.

El presidente debió impedir y/o prohibir los famosos Panam 03 en que fueron invertidos más de $10 mil millones, sin que ni la mitad de esa suma colosal pueda recuperarse jamás, y que el gobernante calificó como «mi obra cumbre», cuando debió serlo, y no lo es ni puede serlo ya, un vigoroso programa agroindustrial y otro de recuperación de las cuencas degradadas de los que fueron nuestros principales ríos.

El presidente también debió prohibir el daño ecológico irreparable que hacen las granceras a los lechos de ex-ríos, de forma criminal, acelerada, «sin contemplaciones», y que tanto censuró al gobierno del presidente Leonel Fernández.

El presidente debió prohibir ipso facto la ocupación de terrenos por personeros del PPH de las áreas de la reserva forestal de Loma Novillero, en Villa Altagracia, donde surgen diversos manantiales, inclusive el Arroyón, que suple de agua al acueducto de Villa Altagracia. Reserva forestal que se restauró luego de que el huracán George la deflecara con un préstamo del BID.

El presidente debió prohibir las concesiones de grado a grado en las obras del Estado, fuente de corrupción por sobreprecios sutiles que el contribuyente es obligado a pagar sin su consentimiento ó anuencia.

El presidente debió prohibir que se quemaran los sembradíos de arroz porque se hicieron en una fecha no establecida por la SEA, para que no se produjeran excesivos excedentes, valga la redundancia, cuando no se debe penalizar la producción de ningún género, porque para eso existe un organismo que se llama CEDOPEX.

El presidente debió prohibirse él mismo ingresar a la casa de gobierno en manga mocha, cuando ha impartido instrucciones para que nadie visite el recinto gubernamental sin mangas largas, y no asistir en manda mocha a la solemnidad de honrar la Carta Magna en su 159 aniversario, seis de noviembre, en San Cristóbal, estableciendo un precedente asombroso por su irrespeto.

El presidente debió prohibirse citar 40 veces que no intentaría reelegirse par luego contradecirse y en lo sucesivo, pocos creer en su palabra, que tanto se ufanó ser adicto, honrador, defensor, con su machacona bravuconada gurabera.

El presidente debió prohibir la invasión cada vez más copiosa de ciudadanos haitianos residentes en nuestro país, situación que podría reeditar los trágicos sucesos de octubre de 1937 como una forma de impedir la fusión del país y la pérdida de la soberanía, hoy en un hilillo, es decir, otra «exterminación añorada».

El presidente debió prohibir la enmienda a la Constitución que restituía la reelección, porque la historia demuestra, sin equívocos, que ha resultado acicate de grandes tragedias para la sociedad dominicana, con Lilís, el primero, El Jefe, el segundo, y el hombre de La Palabra Encadenada, el tercero, los tres, fatales para la institucionalización del país que él debió propiciar, no achicar.

Ha debido ponderar el presidente todas estas prohibiciones y no asirse por las ramas, prohibiendo una costumbre nacional, como la regalía pascual, el único país del mundo donde existe esa modalidad aberrante del «dao».

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