Prohibido enfermarse, prohibido accidentarse

Prohibido enfermarse, prohibido accidentarse

Mucha gente ignora que el edificio donde está el Hospital Central de las Fuerzas Armadas se construyó para instalar el Centro Policlínico Naco en el cual dejaron morir un pariente del eminente médico Bernardo Defilló porque el joven Manuel Aquino, gravemente herido, no tenía un seguro que cubriera los servicios que habrían de prestarle.
Bernardo encabezó una cruzada que permitió que se votara una Ley de Emergencias Obligatorias, mediante la cual todo paciente que llegue a la emergencia de un centro asistencial debe ser atendido sin averiguar si tiene o no tiene recursos económicos.
De entonces acá, los médicos de clínicas, y los que no lo son, desatienden a quienes llegan a las emergencias, al punto de que en encumbrados centros creados con fondos públicos, operados como si se tratara de negocios establecidos por el sector privado, dejan padecer y morir a pacientes a los cuales no les prestan los servicios en el momento adecuado ni con la tecnología y conocimientos científicos necesarios.
Muchos médicos ponen sus habilidades, experiencias y conocimientos al servicio de un enriquecimiento que exhiben como una afrenta, como una burla a la sociedad, a sus congéneres, en un ejercicio de cuánto tienes, cuánto vales. Por supuesto, ello forma parte de la deformación moral que sufre la humanidad que elogia a médicos profesionalmente muy capaces y totalmente faltos de humanidad.
Me refiero a profesionales cuya especialidad es bregar, trabajar, mejorar, sanar seres humanos, pero miran a los demás como infelices mortales a quienes se debe ver por encima del hombro.
No me refiero, por supuesto, a los médicos de policlínicas rurales, a los médicos de dispensarios de Salud Pública, a quienes prestan servicios de manera disciplinada, humana, que trabajan todos los días con dedicación, con respeto por la vida humana, cuyos servicios sirven para que Dios obre a través de sus manos.
Hoy, ante la irreparable pérdida de mi hermano Claudio Caamaño, hombre de bien, ciudadano dedicado al trabajo honrado para mantener su familia, buen amigo, buen familiar, buen hijo, buen esposo, buen y probado y reconocido patriota, duele más, mucho más, la práctica médica criminal de profesionales cuyo único fin en la vida es ganar cada vez más dinero para ser cada vez más ricos, aunque la humanidad padezca y ellos tengan la manera de hacerle la vida más llevadera.
Desear que esos médicos tengan un accidente en una carretera de una zona deshabitada y nadie pueda socorrerlos, no es el pensamiento más piadoso.
Lo menos que pueden hacer las autoridades de Salud Pública y de la Asociación de Clínicas es cerrar definitivamente los establecimientos que negaron sus servicios a Claudio… para que no se repita una situación tan dolorosa.

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