Prohibido ser negro, joven y pobre

Prohibido ser negro, joven y pobre

La peculiar operación de limpieza de delincuentes que lleva a cabo la Policía Nacional, para detener el avance desmesurado de los niveles de delincuencia, apunta hacia un sector poblacional muy definido. La acción que se lleva a cabo marca una definida selectividad de las víctimas, que por racimos, nos brindan las páginas de los diarios de cada día.

El modus operandi de la Policía, consciente de cómo la delincuencia se ha infiltrado en los estratos bajos de la población y en la parte joven de la misma, es ir al fondo del dolor de cabeza mediante el simple expediente de recurrir a los intercambios de disparos, que en su mayoría son reales, pero otros se trata de una acción profiláctica de reducir un sector delincuencial muy activo.

Ese sector delincuencial ya está señalado por las fichas que tienen las autoridades a mano, y como no confían en la justicia por la rapidez que liberan a los antisociales bajo el alegato de expedientes mal instrumentados, prefieren recurrir a métodos expeditos de la eliminación física de esos individuos, que en su mayoría son negros, jóvenes y pobres.

A ninguna autoridad se le ocurre aplicar métodos de dureza policial en sectores como el de la avenida Abraham Lincoln, donde suceden las más variadas violaciones de la tranquilidad pública, convirtiendo esa vía en una pesadilla para los residentes de la vecindad que estoicamente soportan el bullicio incontrolable de las noches capitaleñas. Por igual, y en mayor grado de peligrosidad, es el escenario de algunos sectores del ensanche Ozama, donde la efervescencia de los jóvenes precipitan numerosas riñas, algunas con resultados lamentables.

El auge de la delincuencia y el elevado grado de peligrosidad letal de los delincuentes, ha llevado a las autoridades policiales a tomar una ofensiva que indiscriminadamente actúa en contra de un sector poblacional mayoritario en donde el color de la piel, aparte de ser joven y además pobre, convierte la circulación de ese ser humano en un riesgo en cada calle y en horas nocturnas, viviendo en una especie de lotería sin saber si llegará a su hogar sano y salvo.

Incluso se ha visto de cómo patrullas policiales se acercan a grupos de jóvenes, que departen en un colmadón o en la esquina de su barrio acompañados de una fría, escogen a uno o varios de ellos por su pinta y se los llevan para luego alegar rebelión o intercambio de disparos, entonces vienen las averiguaciones, cancelaciones o encarcelamientos de los acusados que muchos dudan de tal acción de castigo. La metodología policial, de atacar a un segmento de la población por el color de la piel, su juventud y su origen social plasma una conducta muy interesante que se origina en la formación académica de sus miembros.

Esto es una copia de lo que se estila en New York, donde de antemano se identifican como peligrosos los jóvenes de color y se le añaden los que ellos llaman los “brownies” por su color sepia y que son de origen islámico. Ya sabemos la fobia que tal condición provoca en las etnias sajonas del poder norteamericano, por aquello del 11 de septiembre.

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